jueves, 28 de julio de 2011

El Desafío del Maestro en el Siglo XXI

***** En un mundo en el que el maestro ya no posee el oráculo de la verdad, existe la necesidad de adaptarse. La información ahora es abierta y los alumnos tienen acceso a ella a través de internet, el celular u otras herramientas. ¿Debe el maestro desaparecer? ¿Es hoy en día inútil su labor? ¡No! Pero ahora debe fungir como guía, orientador y facilitador. Un profesor multidimensional, que igual enseñe que aprenda. 
Me acuerdo perfecto. Mi papá nos llevó, entramos a un salón de clases y los alumnos, en lugar de poner atención, se dedicaron a consentirnos. Nos regalaron krankys, paletas payaso y nos chulearon mucho. Más o menos me acuerdo que mi papá dijo algo (osea, dio su clase), en lo que Mario y yo nos asomábamos a la ventana a ver los jardínes. Curiosamente eran los jardínes de la Universidad Anáhuac, donde estudiamos los dos, osea que esta experiencia de que nos marcó, nos marcó. 
A mi tío Japo mucha gente le dice “maestro”. De grande (literal hace seis años) supe que era porque tiene maestría, pero como fue secretario de educación, pues yo pensaba que era porque daba clases. La que sí es maestra por todas las de la ley es mi tía Norma. Ella sí estudió en la Normal (cualquier cosa que eso signifique). 
De cualquier forma, yo quedé vacunada para dar clases... hasta que leí este libro. La verdad es que en mi paso por el ICO y la Anáhuac conocí mucha –demasiada– gente mediocre. Nunca entendí porque teniendo la oportunidad de estudiar, no sólo no la aprovechaban, sino que se quejaban (y se “volaban” las clases). 
Desde que tengo uso de razón, mi papá decía que estudiar era nuestra única responsabilidad. Por eso nunca quiso que trabajáramos, porque sentía que descuidaríamos los estudios. ¡Qué afortunados fuimos! Y la verdad siento que Mario y yo estuvimos a la altura (jaja), pues fuimos excelentes estudiantes, a lo mejor no de puros 10, pero nunca dimos problemas y, por lo menos yo, nunca supe lo que era un extraordinario. 
De cualquier manera tanto compañero poquitero me vacunó. Siempre pensaba: “si fuera la maestra, le diría....” o “uy, si a mí me hablara así, ya l@ hubiera...”. Digamos que me salía el instinto violento. 
Pero este libro llegó y lo tuve que leer (por múltiples razones que no publicaré porque digamos que no fueron del todo placenteras) ¡¡¡y me encantó!!!! Nada más les digo que cuando lo terminé de leer, pensé: ¿y si me animo? And be careful what you wish for!!! Al día siguiente tenía un mensajito preguntándome si me gustaría dar clases ¡¡en la Anáhuac!! Hoy tengo una comida justo para afinar detalles, jaja. 
¿De qué se trata? Pues de que el maestro, en la época digital, ya no es el gurú poseedor de la verdad. Hoy en día la mayoría de los alumnos tiene acceso a internet y así de fácil tiene igual o más información que el titular de la clase. 
¿Entonces qué pasa? ¿Deberían de desaparecer los maestros? ¡No! Pero ahora su rol es distinto. No es el del inquisidor, sino el de guía, orientador, facilitador del conocimiento. Sí, hay muchas herramientas, pero nada sería mejor que el maestro enseñara cuáles, cómo, cuándo, dónde y por qué usarlas. 
Para ello requiere una buena dosis de humildad: para aceptar que terminó la era en la que se paraba frente al salón y lo que decía era ley, y que nadie se atreviera a cuestionarlo, y para saber que un alumno puede saber más, pero que eso no demerita su trabajo si lo sabe aprovechar; si no lo ve como enemigo, sino como aliado. 
El libro empieza con un diagnóstico de quién es México en el mundo educativo. Las estadísticas de ese capítulo –literal– casi me hacen llorar. Estamos más allá del hoyo. Pero bueno. No me quiero poner dramática. 
Luego describe a los maestros (por vocación, no obligación) y a los estudiantes del siglo 21. Habla después sobre la Generación Mis Medios, la Sociedad del Conocimiento, el Conductismo vs. Contructivismo, el Perfil Docente y las Competencias Docentes del Siglo 21. ¡¡Súper interesante!! 
Mención aparte merece el capítulo con la entrevista a Howard Gardner. Me encantó y creo que sería increíble que en las escuelas enseñaran de acuerdo a tu talento. No todos somos iguales: algunos aprendemos mejor con palabras (inteligencia lingüística-verbal), otros con números (inteligencia lógica-matemática), unos más con gráficos o dibujos (inteligencia espacial). Hay quienes son muy buenos para la danza, el deporte o las manualidades (inteligencia corporal kinestésica) o aprenden mejor con música (inteligencia musical). Quizá eres muy buen@ entendiendo a la gente (inteligencia interpesonal), entendiéndote a ti mism@ (inteligencia intrapersonal) o bien, entendiendo a la naturaleza (inteligencia naturalista). 
Y está bien. ¡Y gracias a Dios! Porque gracias a que todos somos diferentes es que podemos tener –en el salón de clases y en el mundo– gente apasionada por el periodismo, las cuentas, el deporte, la música, la docencia, la psicología o la ecología, por poner algunos ejemplos :) Eso sí, todos debemos ser inteligentes emocionalmente porque si no la vida nos vive y no al revés, como debería ser. 
Finalmente, José Pedro Landaverde y Leonardo Kourchenko concluyen en que si no nos ponemos las pilas, México no va a crecer jamás. México somos los niños, los jóvenes, cuyos formadores están en las aulas (maestros del sindicato, ¡ya estuvo bueno de grillas! ¿quieren enseñar o no? déjense de rollos que dañan tanto al país). 
Claro que a la persona se le forma y educa en la casa, pero la escuela no puede rechazar ni negar este rol, que también le corresponde y en el cual influye en un gran porcentaje. 
Si dan clases o les gustaría hacerlo en algún momento, lean este libro. Es un must. Nada más les digo que si yo fuera secretaria de educación lo haría obligatorio y organizaría talleres para que los maestros más reacios al cambio (que no precisamente tienen que ser los más viejitos) vivieran la experiencia de ser un profesor multidimensional (a quienes ya lo son, ¡un aplauso!). Se requiere de un gran esfuerzo, pero estoy segura que la satisfacción será aún más grande. 

lunes, 11 de julio de 2011

Bajo Cero


Con cara de “¿Qué dijooo?” voltée a ver a Alejandra unas 20 veces en esta obra. Al principio no entendía ni “j”... Not cool. 
Treinta tristes tigres en un teatro, jaja, así estábamos porque la mayoría de la gente decidió ver el fut. Lo chistoso fue que al final, Alejandro Camacho, en lugar de decir “gracias” o algo así, dijo: “Ganamos 2-0” :) Menos mal que nos puso al tanto. 
“Bajo Cero”. Mmmhhh, ¿cómo empezar? Yo creo que lo mejor –para efectos de este blog– va a ser platicar de los personajes. 
Nadia Elizondo, interpretada por la guapísima Laura Flores (me gustaría tener sus ojos) es una madre que pierde a su hija más querida (por eso no hay que tener favoritos). La hija que le queda (Ingrid) le pide que perdone a quien mató a Regina. Durante toda la obra me dio la impresión que crece bastante sola (Ingrid), ya que sus padres se encuentran muertos en vida, inmersos en la lucha por encontrar a Regina (o al menos los restos de ella). 
En ciertas escenas me imaginaba a Nadia Elizondo como a Silvia Escalera, la mamá de Silvia Vargas: la prensa la busca, da su testimonio en ciertos foros... También como una mezcla de Alejandro Martí (que nos descansa hasta encontrar los restos de su hijo) y Javier Sicilia. Me dio curiosidad que todos los outfits que usa son color morado... ¿es el nuevo negro? 
Finalmente, Nadia, después de muchos años, perdona a Damián Cordero (Alejandro Camacho). Va a la cárcel y hasta le enseña fotos de su familia, antes de que la destruyera. En esta escena me pregunté: si tú necesitas perdonar, ¿necesitas físicamente a la otra persona? Yo digo que no. Para cerrar “ciclos” no creo que se requiera que la presencia del otro. Si tú decides seguir (move on), y para ello debes perdonar, lo haces en tu corazón y listo. Más porque la otra persona ni siquiera sabes si se arrepintió... Otro gallo cantaría si fuera el victimizador quien pide que los parientes de su víctima lo visiten para expresarles su remordimiento. Pero ese no fue el caso aquí. 
Hablando de Damián Cordero, pues es un loco-demente-pedófilo que acaba suicidándose cuando capta la gravedad de lo que ha hecho, todo el dolor que ha provocado. ¿Se supone que eso es bueno? Por que dan a entender que cuando cobra conciencia, y ve todo el terror que ha sembrado, mejor se mata. Mmmhhh. Yo una vez leí que para ir en contra del primer y más natural instinto del ser humano (sobrevivir) había que tener cierto grado de locura... aunque sea por segundos. Osea que, más bien, de ser un loco-inconsciente pasó a ser un demente-consciente que se mata. Not cool either. 
La actitud del personaje de Helena Rojo (Amanda) es un poco –demasiado– de hueva. Como que es una psicológa con mil issues, que agarra el caso de Damián como proyecto de su tesis doctoral. Entonces el tono de voz y todo es como “ah, sí, éste es un caso más, qué flojera me da”. ¿O será que ese día Helenita se sentía mla? 
Primero despotricaba contra un tal David Figueroa, que luego resultó que era su amante, con el que –supisimos– compartía el departamento del que se despide en la primera escena. Luego pensamos que a lo mejor, como se mató en un accidente (el tal David), pues le daba coraje (¿?). Aunado a eso, no sabía si decirle a su amiga que se acostaba con su esposo... lo cual yo diría que no es buena idea, ¿como ya para qué, no? Ya se murió, no es como que el affaire vaya a seguir... 
La verdad, del 1 al 10, la obra me gustó un... ¿5? Quizá 6 y sólo por las actuaciones, que de verdad sí son buenas y hasta cierto punto, creíbles. Mis respetos para Alejandro Camacho, que a sus 60 y tantos –según yo– tiene más cabello que uno de 20 y luce bastante fit. Laura Flores está muy bien y Helenita, pues la verdad ya se ve medio ruquis, osea, ya maneja cuerpo y voz de señora. 
Sinceramente, si tienen otra opción teatral, go for it! Ésta, para mi gusto, está medio dark y como que te invita a reflexión, pero con un toque psycho... lo cual, en honor a la verdad, no es mi estilo. 

viernes, 8 de julio de 2011

Something Borrowed (No me quites a mi novo)


Pintaba para que me encantara, pero la verdad no tanto. Culpo al fleco de la Rachel por ello, jeje, ¡¡me desesperaba!! Ella (Ginniffer Goodwin) es preciosa, pero el mentado flequito la hacía ver medio tontona. 
Sin embargo, logré captar varios mensajes. El primero de ellos fue cuando Rachel le dijo a Dex (Colin Egglesfield) que creía que era imposible gustarle. ¿¿Cómo?? ¿Pooooorr?? Yo la verdad creo que el día menos pensado puedes enamorar a tu crush de la vida. Además, en este caso específico, ellos son amigos, buenos amigos. No es como el galán que ves en el gimnasio cada tres meses y que nunca has cruzado palabra con él, ahí está más difícil. Pero en la película ellos eran casi que best-friends. Aunado a este comentario, creo que es MUY difícil que exista una auténtica amistad entre alguien del sexo masculino y alguien del sexo femenino. 
Tengo la teoría de que cuando se dá (que no dudo que pase) es porque, una de tres: 1) el crush ya pasó (lo intentaron y no funcionó), 2) él tiene un crush con ella o 3) ella tiene un crush con él. Y obviamente lo niegan o quizá, dando el beneficio de la duda, ni ellos lo saben. 
El mensaje 2 es luchar por lo que quieres. Creo que esto es una constante a lo largo de toda la película. Osea, si te gusta fulanito y tú le gustas a él (muy importante, sino eres una rogona cualquiera), go for it! Si no estás convencid@ de casarte con “x” persona, then dooon’t!!! Qué pena que tu mamá sea depresiva y que el tema de la boda la ilusione. Que encuentre otro hobby, ¡no tu vida!, no una decisión de la cual depende gran parte de tu felicidad. Si tu papá es un “cuadrado”, so be it, pero no dejes que te afecte o que te influya. Si no te gusta tu trabajo... aún más, si tu trabajo te hace sufrir, make some changes and look for a better one. 
Creo firmemente que las cosas que hacemos tienen que ser razonadas o motivadas por el amor, no por el miedo. Claro que es normal sentirlo de vez en cuando, pero el chiste es que no nos paralice. Obviamente habrá momentos en los que “nos dé para abajo”, no conozco a nadie que el 100% del tiempo sea up-beat, pero hay que pensar siempre en lo que sigue, en lo que quiero, en lo que me conviene, en lo que me gusta, en lo que es bueno para mí en ese momento. 
Pongo mi caso en el Reforma. Yo era feliz como una lombriz, me encantaba lo que hacía. Pero las malas vibras, las envidias y la cizaña hicieron mella en mi carrera (jaja), así que me bajaron de puesto (y de sueldo, obvio). ¿Y saben qué? Fue lo mejor que me pudo haber pasado en todos sentidos. Me sirvió para la humildad, para conocer gente, para hacer lo que realmente me gustaba (entrevistar, escribir, andar de aquí para allá). Digamos que cuando yo propuse el cambio (oh, sí) hice una lista de pros y contras: encontré 3 pros y 3 contras de ser coeditora, y 18 pros y 5 contras de ser reportera. 
Lo que aprendí en este tiempo (fueron dos años coeditora y ocho meses de reportera) me ha servido muchísimo ahora que estoy en Caras. Yo no sabría lo que sé si no hubiera vivido esa experiencia, y hablo en sentido técnico (agenda, trato con la gente, quién es quién) y en sentido un tanto filosófico (saber quiénes realmente son tus amigos, etc.). 
En fin. Volviendo a la película, el personaje de Kate Hudson (a quien amo) es totalmente insoportable. Me chocan las personas así... afortunadamente no conozco tantas. Pero bueno, la cosa es que Darcy –su personaje– me pareció una persona sumamente artificial, parrandera, falsa, wanna-be, insegura, manipuladora, zorra, mentirosa, pero sobre todas las cosas, extremadamente egoísta. Lo padre es que aquí también se ve (como en la vida real) que al final del día cada quien recibe lo que se merece y que siembra lo que cosecha. 
Otro mensaje que me gustó es que puedes no ser correspondido, y aún así ser feliz y emprender nuevas cosas, no cerrarte el camino tú solo, sino aventurarte a nuevas experiencias. No es la situación del corazón óptima, pero por ejemplo, Ethan (John Krasinski), al que le pasa esto, sigue sus proyectos y se muda a Londres, es decir, es responsable de su vida, acepta sus sentimientos... and he moves on!! No se deja llevar ni mucho menos. 
Finalmente, lo mejor es que nunca es tarde para hacer lo que quieres hacer. No importa si tienes 20, 30, 40, 50, 60 o 70 años, it’s NEVER too late. A menos que ya estés muerto, ahí sí pues ya no aplica. 
La felicidad depende de nosotros, no de los demás ni de las situaciones. It’s up to us!! Hay que aceptar responsabilidad de nuestro presente para modificar el futuro. Hay que ver nuestro pasado para aprender y tener un mejor presente. Pero lo más importante es que no importa cuándo te des cuenta, los tiempos de Dios son perfectos. Do what you have to do when you have to do it. For love, not fear. 

lunes, 4 de julio de 2011

Casi un Pueblo

En honor a la verdad, fui a ver esta obra por dos razones: 1) porque me llegó una promoción buenísima a mi mail y 2) porque me encantaba la idea de estar presente cuando develaran una placa por “n” número de representaciones. 
Fue un gran sorpresa porque resultó ser verdaderamente buena. No es la típica obra, sino que son como “sketches”. Solamente actúan cuatro personas, quienes se encargan de dar vida a ¡20 personajes! La más rifada es Mónica Huarte, que interpreta a 6; Moisés Arizmendi y Bernardo Gamboa, a 5, y Gabriela de la Garza, a 4. 
Sobre el título de la obra, de John Cariani, hay una escena en donde explican que es porque es un poblado muy pequeño, en el que no están organizados. Pero la verdad me faltó inspirarme porque no entendí lo de la organización... No capté. 
En cuanto a los sketches, me pareció súper interesante que, aunque todos son del amor, lo reflejan diferentes fases: el amor que se muere, el que no espera, el que comienza, el que florece, el que reaparece. Aaaaaahh! 
El más divertido, para mí obvio, es el del anillo. Me encantó cuando la chava le dice: “Fulanito, devuélveme todo el amor que te di”. Y pues total al final el cuate le da el anillo y ella dice “ay, no tenías que hacerlo”. Nooooo digooo (jijijiji). 
El más triste me pareció el de los casados. Él ni se acuerda que es su aniversario y ella la verdad es que sí está enojada pero lo niega. Y eso se nota, a poco, no? Al final lo aceptan y reconocen que ya no se la pasan bien el uno con el otro, que se sienten solos (aún estando acompañados) y, que en pocas palabras, la relación ya valió :( 
El más emotivo es el primero, del corazón roto. Buh! Me rayaron todas las frases, tienen mucho significado. El más depresivo es la del cuate que ya tiene a su esposa para cuando su primera amor llega a quererle dar una oportunidad. No cabe duda por eso hay que aprovechar al máximo lo que la vida nos da, y si no, pues aguantarse y enfrentar –con esperanza– las consecuencias de nuestras decisiones. 
El sketch más chistoso se me hizo el de la de la tomboy-virgen que no capta (ay, aajaaa) que su amigo quiere con ella. Entonces al cuate le cuesta trabajo, pero después te dan a entender que son muy felices porque se llevaban perfecto. 
La escena del amor gay está buenísisisisima. Muy graciosa la manera en la que se declaran enamorados uno del otro :) Los que se enamoraran en la lavandería también dejan un gran mensaje: el amor duele y está entre las cosas que te pueden lastimar; aún así, es in-dis-pen-sa-ble para vivir. 
En síntesis, una gran obra, que en teoría acaba el 31 de julio, pero ojalá dure más porque los actores se ve que le echan muchas ganas, así que se merecen muchas más representaciones :) 

Por cierto, Paola Rojas y Luis Roberto Alves “Zague” develaron la placa y estuvo muy padre porque leyeron “la receta” para tener una obra exitosa. Además, como era una función especial, la gente estuvo súper prendida, risa y risa, aplaude y aplaude.