lunes, 31 de octubre de 2011

Paranormal Activity III (Actividad Paranormal 3)

No voy a dignificar este mega churro con un comentario... Pero ya para que yo me salga a echarle más salsa a las palomitas, ¡¡está cañón!! Lo único bueno fue que me entretuvo en lo que pasaba el tráfico santafesino de viernes y que me acompañó una querida amiga. That's it.

martes, 25 de octubre de 2011

Vivo Recuerdo

Es un must para los que visiten Campeche. Digno de mencionar –aunque resulta un poco triste– es que no hay un mínimo requerido de público, entonces literal la única audiencia éramos Diana (la fotógrafa) y yo. Ya se imaginarán que al final aplaudimos y aplaudimos con un entusiasmo nunca antes visto porque ¡qué oso! 
Según nos explicó una de las actrices momentos antes de iniciar la función, la obra tiene un concepto de “teatro de contacto”, no de interacción (porque yo entendí mal y me tuvo que volver a explicar, jaja). Esto de contacto quiere decir que estás MUY cerquita de los actores, pero no platicas con ellos ni nada por el estilo. 
La obra tiene lugar en la Casa 6, que está enfrente de la Catedral, los jueves, viernes, sábados y domingo a las 9:30 pm. Lo hacen así para que del espectáculo de luz y sonido de la Puerta de Tierra (que es a las 8:30), te lances para allá. Lástima que ese día de 20 personas sólo 2 seguimos “el recorrido cultural”, pero bueno. 
Lo que más nos gustó (a Diana y a mí) fue el final porque resulta SÚPER inesperado. Por lo mismo no lo voy a contar... ¡Buh! Me voy a limitar, pero es por el bien de todos. De lo que sí puedo platicar es de los mensajitos que capté:
1) La gente puede platicar con sus muertos en un ambiente de silencio y paz. Cancelado, cancelado, cancelado (¡lo rechazo!) que se me muera alguien MUY cercano, pero sí creo que una hija puede seguir platicando con su padre, que una madre puede seguir platicando con su hijo, y así con todos nuestros parientes queridos, a través de la oración, en un ambiente de recogimiento. 
2) Que los muertos nos cuidan. En la obra es el caso de una señora a su muchacha de servicio: platican, se ríen, recuerdan viejos tiempos. La occisa le dice que está preocupada por su hijo porque no está segura si su nuera es tan buena (¡porque no sabe cocinar!) y su amiga la tranquiliza. Por cierto, creo que es súper importante caerle bien a la suegra. Yo nunca he tenido problemas en ese aspecto y espero seguir así, jeje. 
3) Que los jóvenes tenemos mucho que aprender de los viejitos (o adultos mayores pues). ¡¡Me sorprendió muchísimo la sabiduría de la señora (del servicio)!! Súper ecuánime, respetuosa, servicial. De repente con el acento mega yucateco me costaba trabajo entenderle, pero me encantó su personaje. 
Hay una canción que cada vez que la oigo –sin importar hora ni lugar– me hace llorar: “Someone’s watching over me”, de Hilary Duff. Es como el tema principal de una de mis cinco películas favoritas: “Raise your voice”. Si tienen oportunidad (y no ODIAN el pop) se las recomiendo. La letra estáaaaa... increíble por decir lo menos. Y muy ad hoc a esta época del año, al igual que la obra, que según me dijo el guía de turistas Wilberth Salas, está basada en la novela “La Visita” (no me supo decir de qué autor).  
pd. lo del contacto, en este caso, es porque la obra es en todos los espacios de la casa: la sala, la recámara, la cocina, el patio... y uno va acompañando a los actores (parad@s, no hay sillas). 

sábado, 22 de octubre de 2011

La paz interior

Me acuerdo perfecto que, un día, en el Reforma (donde trabajé hasta noviembre pasado), llegué súper puntual, me senté y empecé a trabajar. En ese momento pasó una persona de alto rango (jaja) y me dijo algo así como “qué bueno que llegaste temprano porque quién sabe si mañana estés aquí”. No recuerdo sus exactas palabras, pero más, menos…  
Acto seguido me turbé, imaginé lo peor y fui con mi maestro de yoga (que aún trabaja ahí), y le dije: “¡¿con qué derecho me quita la paz?!” Siempre digo que de los tres años que trabajé ahí, dos fui inmensamente feliz, pero el tercero fue una simulación casi perfecta de como me imagino el infierno L La causa, según yo, era que las personas que ahí laboran se especializaban “en quitar (a quien se dejara) la paz”. Ese era mi reclamo más frecuente.
Entonces, ya entrados en el tema de “La Libertad Interior”, me seguí con su hermanito, que es un librito del mismo autor (que suenen los tambores para Jaaaaacques Philiiiiiippe), llamado “La Paz Interior”.  Y wow, también me encantó J
Lo que más me gustó es que hay una parte en la que dice (no textual, pero en síntesis): No es posible que SIEMPRE tengamos la paz, obviamente habrá situaciones, circunstancias, momentos en l@s que “se nos vaya”. Pero entre más rápido regresemos, mejor. ¿A dónde hay que regresar? A la certeza ­–en el corazón– de que Dios nos ama. Hay que confiar en Él y saber que aunque a veces no entendamos sus razones, PARA y por algo pasan las cosas.
Cuando la gente me pregunta si me salí del Reforma teniendo (seguro) lo de Caras (revista para la cual trabajo desde el 8 de noviembre de 2010), siempre digo que no; que tenía la propuesta, la invitación (jaja), la firme intención, pero no era una certeza: fue un acto de fe. Honestamente yo lo último que quería era que mi último día en el Reforma fuera el viernes y el lunes empezar acá porque sentía que me iba a llevar toda la … mmmm… eso, al nuevo lugar, y qué chafa. El chiste era desintoxicarme, analizar qué había hecho bien, en qué me había fallado, en fin, quería hacer un balance y me lo imaginaba haciéndolo en flor de loto frente al mar with plenty of time (una semana mínimo).
Así que me armé de valor, renuncié el viernes y el sábado estaba en Mazatlán. El jueves (la víspera de mi renuncia) obvio no dormí y mi oración fue más o menos así: “Mira Diosito, tú tus business y yo los míos: me voy a Mazatlán, confío en que se me haga lo del nuevo trabajo porque no estaría padre quedarme sin aguinaldo (jeje) y yo no creo que tú quieras que me vaya mal, entonces me voy a relajar y cualquier cosa que salga mal (no como yo espero), pues quéeee mala onda, pero tú sabes tu rollo y yo confío en ti"… … … "Plis que no me demanden por renunciar el mismo día que me voy, pero no me dejan mucha opción”.
La última semana de octubre me hablaron de Caras para decirme que no entraba esa quincena (por el puente), sino el 8. La fecha se me hizo medio rara, pero sí, entré el 8, y desde entonces puedo decir que mis niveles de felicidad se han incrementado considerablemente. No digo que vivo en miel sobre hojuelas; hay días pesados, de estrés, de hormonas, pero no se compara J
Esto lo saco “a colación” porque justo la semana pasada se me fue la paz toda una tarde… o más creo. Resulta que una fotógrafa del Reforma que me cae muy bien pidió una plaza en Caras. Ya era 95% seguro que entrara y yo estaba muy contenta. El proceso se alargó pero –por mi experiencia– no se me hizo raro. Hasta me preguntó y le dije que ni se agobiara. Siguiente escena: me entero que no va a entrar. Así, nada más. Esto no hubiera sido taaaan malo si la persona en cuestión no hubiera renunciado YA a su antiguo trabajo.
Entiéndase que a mí todas las emociones intensas –las MUY positivas y las terroríficas– se me van a la panza, así que a partir de ese momento tuve unos retortijones, que bueeeno. Obvio yo no podía ser la portadora de las malas noticias 1) porque a mí no me tocaba y 2) ¡¡porque estaba traumada!! Me sentía súper culpable. Sentía como si yo hubiera elegido dejar desempleada a alguien, ¡¡¡y lo peor era que me caía (cae, pero yo creo que ahorita me odia) muy bien!!! Digo, si de perdis me hubiera caído mal, me hacía un cocowash, pero nooooo.
Ese día mi oración fue más o menos así: “¡¡¡¡Qué jalada, Diosito!!!! Te la bañaste, neta, bueno yo. Por mi culpa ya se quedó sin aguinaldo. Eso me pasa por querer ayudar a la gente, mejor ni le hubiera dicho nada. Wait a minute! I didn’t tell her. She asked me! OK. Pero ese día que me habló para preguntarme si renunciaba: ¡¿le dije que si?! No, wait a minute (again). Le dije que yo había hecho un acto de fe. UN ACTO DE FE. Que era una decisión arriesgada, humanamente estresante, pero que confiara en Dios (en ti, pues) y que con suerte todo saldría como lo planeamos. OK. Fiuf. ¿Entonces yo no le dije que sí renunciara? No. ¿Le dije que confiara en Dios? Sí (fiuf, again). OK. Entonces ahora plis plis plis dale la sabiduría, la fortaleza para entender tus designios porque no se parecen NADA a lo que habíamos planeado”… … … “y plis plis que no me odie”.
Y más o menos de esto se trata este libro: CLARO que hay veces en las que se nos irá la paz, pero hay que tratar –por todos los medios– de recuperarla… ASAP, como dicen los gringos. Porque Dios habla en el silencio, y en un corazón turbado hay mucho ruido. Entonces hay que callarlo, con una férrea voluntad de volver a la paz, para que podamos escuchar a Dios. Y si no lo oímos, si de plano no vemos pa’ donde, hay que elegir la opción en la que haya más amor.
Esa es la clave. Entre A y B, ¿DÓNDE HAY MÁS AMOR? Estoy preocupada, triste, enojada… no oigo a Dios (porque no quiero o no puedo, a estas alturas da igual), pero de mis opciones para actuar: ¿en cuál hay más amor?, ¿en cuál busco menos mi felicidad/comodidad y más la del otro?
En el libro, Jacques explica que lo que hace el demonio para alejarnos de Dios es inquietarnos. Hasta cuando pecamos, pues OBVIO nos debe doler porque ofendimos a quien más nos ama, pero hay que darle vuelta a la página y cuanto antes mejor. No sé si les ha pasado, pero a mí seguro que sí. Hay veces que justo cuando me juro Santa Sor Bianca ¡púmbale! Me enojo o me desespero. ¿Sabían que eso es una gracia de Dios? Yo, hasta hoy, no tenía ni idea.
Pero resulta que sí. La lógica es que si yo fuera muuuy buena y muuuy santa, creería –o correría el riesgo, por lo menos– que es porque soy lo máximo, me las sé de todas, todas; estoy gruesa así que ábranme paso… En cambio, si admito que soy igual de pecadora, egoísta e impaciente que el resto del mundo (porque todos nacimos con el pecado original), entonces crezco en humildad. Y lo que deberíamos de hacer, por tanto, sería aferrarnos  más  a Dios y menos a nosotros mismos. A mí claro que me ha pasado que digo: “¿y ahora con qué cara le rezo a Dios si me acabo de agarrar a palabrazos con el del valet?”. Pues esa es una falsa humildad. Y cuando reaccionamos así lo que está de fondo es una plena y gran desconfianza en Dios. Aunque creamos lo contrario. Como dice la frase: “No importa caer mil veces, si lo que se ama es la lucha y no la caída”.
El otro día vi el programa de “Historias Engarzadas”. Juro que lo vi porque se trataba de Odín Dupeyrón, y ya ven que es mi sensei. Entonces él platicaba que hubo un tiempo que se fue a la bancarota cañón: debía todo, lo iban a embargar... por lo cual cero dormía. Y que una noche dijo: “a ver, ya estuvo bueno, hoy voy a dormir y mañana me preocupo y me ocupo”. El libro también da este tip. No quiere decir que nos valga o no nos importe la vida, el trabajo, la pareja, los amigos, ¡¡¡no!!! Quiere decir que todo lo que nos afecte lo dejemos en manos de Dios y Él se encargará. Tomarlo como una especie de “perchero de preocupaciones”… y después obviamente hacer lo que esté en nuestras manos para solucionar aquello que nos agobia, pero con tranquilidad, sin prisa, con cabeza y corazón, no con bilis. Y así cada problema se hace un proyecto, no un asunto de mortificación. ¡Qué cool, no?
La clave, siento, es tener claro –y MUY consciente– que Dios nos ama. Y si nosotros, que somos malos, hacemos cosas buenas, ¿qué no será capaz de hacer el mismísimo AMOR? Osea, no hay punto de comparación, ¿estamos de acuerdo? Como pienso a veces que me dan miedo ciertas situaciones o cuando llega la hora de tomar una decisión importante (como cortar con un novio a los 30 años): “ni modo que Dios me quiera fregar, ¿verdad? Ni modo que quien me creó me quiera ver triste, derrotada, infeliz”. I don’t think so J ¡¡Hay que confiar!! Y lo más padre de todo este asunto es que Dios no se deja NUNCA (me consta) ganar en generosidad. Literal le damos el 10% y nos regresa mil veces más. 
CDT. Hace tiempo circuló una cadena en internet llamada “Depende de quién son las manos”. No tengo tan buena memoria, pero decía algo así como: Un balón de básquet en mis manos vale 20 dólares (o bueno, lo que cueste); en manos de Michael Jordan vale 2 millones. Y como no tengo nada de buena memoria (a largo plazo, aclaro), no me acuerdo de los demás ejemplos, pero la moraleja era que había que dejar los problemas en manos de Dios. Obviamente no es fácil porque estamos educados y mentalizados para tomar acción, para hacer las cosas por nosotros mismos, pero no funciona así. O bueno, quizá funciona un rato, pero lo mejor es “dejar a Dios hacer su tarea” (esta es la frase favorita de mi papá desde hace como cinco años).
A mí eso sí que pienso que me puede funcionar J Y espero que a ustedes también para que vivamos con más paz, más felices, más alegres. Y que cada encuentro con el otro sea un encuentro de paz, como Jesús, que llegó diciendo “mi paz les dejo, mi paz les doy”. Yo creo que este librito me hizo pensar: cuando llego a la oficina, ¿llego con paz y a dar la paz? ¿o llego con estrés y a dar guerra? Cuando llego a mi casa, ¿llego con paz y a dar paz? ¿o con hambre y a quejarme/enojarme? Cuando llego a algún lugar a requerir un servicio, ¿llego con paz y a dar paz? ¿o con una jeta del terror y a desquitarme con todo mundo porque el niño que me gusta no me escribe? Mmmhhh.  
En conclusión, los consejos que da Jacques para mantener –el mayor tiempo posible– la paz o recuperarla tan pronto la vemos perdida son: confiar en Dios, nunca desanimarnos, encargarle nuestras preocupaciones y problemas, rezar sin importar cuán pecadores (o malas personas) seamos, controlar la mente para callar la voz chinga quedito (como la llama Michel Domit) y de esta manera reencontrar la tranquilidad en el corazón y entrar nuevamente en conexión con Dios, a quien sólo podemos escuchar cuando estamos en paz. Y si de plano no lo escuchamos, y nos turba no hacer su voluntad, hay que optar por la opción donde haya más amor. Así, aunque no sea la “ideal”, Dios la tomará a bien porque sabrá que la intención original del corazón era amar. Y esto nos dará alegría, tranquilidad y ¡paz!

miércoles, 19 de octubre de 2011

La libertad interior

****** Espero que este post los agarre cómodos porque me hipermegainspiré... pero el libro lo vale :) 
Si de tarea me hubieran dejado subrayar lo más importante de este libro, literalmente lo hubiera tenido que subrayar todo. De verdad no saben qué libro, es una joya. 
Hace no mucho tuve dirección espiritual. La verdad no quería ir, pero se me hizo una peladez cancelar un día antes, sobre todo porque la cita me la habían dado con 15 días de anticipación... como que no checaba, así que fui (porque dejar plantada a la Consa no es opción). 
Cuando llegué, mi manera de hablar y sentarme denotaba lo que sentía: tristeza, decepción, frustración. Mi queja era: “¡¡¿quéee ooonda con la gente?!! Es decepción tras decepción tras decepción tras decepción”... empezando por mí, claro está. Y así no me late jugar.
Mi principal reclamo, por ejemplo, es ¿cómo pude haber lastimado a una persona tan buena como Daniel?, ¿cómo puedo a veces ser tan egoísta?, ¿por qué en ocasiones siento que soy pésima hija, amiga, empleada? Y de ahí pa’rriba: ¿qué onda con esa amiga que me canceló un café –a los dos días de haber cortado con Roberto– porque (ella) “no podía hablar” (¡cuando yo lo que necesitaba era una oreja!)?, ¿qué onda con el niño que me escribe 21 días seguidos (los suficientes para crear un hábito) para después desaparecer por completo (en el puente, casualmente, pero eso me pasa por no preguntar si tiene novia, jaja), ¿qué onda con la persona que todo el día te dice que la invites a eventos y cuando lo haces, te rechaza todas las invitaciones?, ¿qué onda con las amigas a las que les echaste un choro de lo padre que sería que fueran “comadres” para que ni siquiera te compartan la noticia (hasta el mero día, obvio)?, ¿qué onda con la amiga que prefiere irse de shopping que estar en la boda de una de sus mejores amigas?, en fin. Supongo que todos tenemos causal de reclamo. 
Entonces llegué y expuse todas mis insatifacciones. Nadie se salvó de mi lista macabra. Después de una hora de orientación, salí MUCHO mejor de como entré (pero eso se queda entre la Consa y yo), con la tarea de leer “La libertad interior”, de Jacques Philippe. Y eso es lo que quiero compartir en este blog porque de verdad es una maravilla inspirada por el Espíritu Santo. 
Lo primero que debo decir es que el libro es un tratado sobre el dinamismo de las tres virtudes teologales, que quizá aprendimos de chiquitos, pero de las que quizá nunca comprendimos al 100% su trascendencia: la fe, la esperanza y la caridad (cuyos contrarios son la duda, la desconfianza y el pecado). 
Lo segundo que me llamó la atención es la absoluta realidad de lo ridículo que es que el hombre defienda su libertad (entendida como la capacidad de elegir de entre un abanico de posibilidades) en algunos aspectos, cuando lo más importante de la vida nos los es dado (sin preguntarnos): el sexo (hombre o mujer), la familia, el país donde nacemos, la primera lengua (o idioma). 
“Soñamos con la vida como si ésta fuese un inmenso supermercado en el que cada estante despliega un amplio surtido de posibilidades del que poder tomar –a placer y sin coacción– lo que nos gusta, y dejar lo demás... Recurriendo a una imagen de enorme actualidad, querríamos elegir nuestra vida como el que escoge una prenda de un grueso catálogo de venta por correo”. 
Pero ¡sorpresa!, porque cuantos más años vamos cumpliendo, menos son nuestras posibilidades de elegir. Tan sencillo como ver a un(a) ancianit@ al que le decimos a qué hora dormir y/o bañarse, qué pastillas tomarse, qué ropa usar. “¿Qué queda entonces de nuestra libertad si nuestra visión de ella es la 'de supermercado' descrita hace un momento?”. 
“Este falso concepto de libertad conlleva graves repercusiones sobre el comportamiento de los jóvenes hoy en día. Es muy significativa su actitud frente al matrimonio o a cualquier otro tipo de compromiso: las elecciones definitivas se retrasan, porque todas ellas se contemplan como una pérdida de libertad. Consecuencia: no se atreven a tomar decisiones, ¡con lo cual no viven! Y es la vida misma la que decide por ellos, porque el tiempo sigue pasando inexorablemente”. 
Lo siguiente entonces que propone el autor es que ser libre es también aceptar lo que no se ha elegido. ¡¿Quéeee dijo?! Me explico: “El hombre manifiesta la grandeza de su libertad cuando transforma la realidad, pero más aún cuando acoge confiadamente la realidad que le viene dada día tras día (...) Quien desea acceder a una verdadera libertad interior, debe entrenarse en la serena y gustosa aceptación de multitud de cosas que parecen ir en contra de su libertad. Aceptar sus limitaciones personales, su fragilidad, su impotencia, esta o aquella situación que la vida le impone, etc., algo que le cuesta mucho hacer, porque sentimos un rechazo espontáneo hacia las situaciones sobre las que no tenemos control. Pero la verdad es ésta: las situaciones que nos hacen crecer de verdad son precisamente aquellas que no dominamos”. 
Es decir, mi libertad (y por lo tanto mi serenidad, mi paz, mi tranquilidad) no pueden depender si de fulanito me habló o no, si fulanita me saludó o no. ¡Es ridículo! (pero muy común). Yo tengo la libertad de –sin importar dónde esté– ser dueña de mis sentimientos, pensamientos y emociones. Y no se trata de rebelarnos o resignarnos entonces a tal o cual situación... Dios no nos quiere mediocres, grises o poquiteros. Por algo decimos “a Dios rogando y con el mazo dando”. 
Como dice Jacques: “La diferencia decisiva entre la resignación y la aceptación radica en que en esta última (...) la actitud del corazón es muy distinta, pues en él anidan ya (...) las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad. Aceptar mis miserias, por ejemplo, es confiar en Dios, que me ha creado tal y como soy. Este acto de aceptación implica la existencia de fe en Dios, de confianza en Él y también de amor, pues confiar en alguien ya es amarle”. 
La parte que me encantó, y por lo cual no guardo ningún resentimiento a todas aquellas personas que figuraron en mi lista macabra, es que en este libro el autor me hizo ver que las imperfecciones de los otros y las decepciones que nos causan nos obligan a esforzarnos por amarlos con un amor verdadero y a establecer con ellos una relación que no se limite a la búsqueda inconsciente de satisfacer nuestras propias necesidades, sino que tienda a hacerse pura y desinteresada como el mismo amor divino: “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. 
“Por otro lado, estos defectos nos ayudan también a no esperar del prójimo la felicidad, la plenitud o la realización que sólo podemos encontrar en Dios, quien nos invita a ‘enraizarnos’ en Él. A veces es tras una decepción en la relación con alguien de quien esperamos mucho (seguramente demasiado) como aprendemos a profundizar en la oración y en la intimidad con Dios, a esperar de Él esa plenitud, esa paz y esa seguridad que únicamente su amor infinito puede garantizarnos. Cuando los demás nos defraudan, nos hacen pasar de un amor 'idólatra' (un amor que espera demasiado) a un amor realista, libre, y por lo tanto, finalmente dichoso. El amor romántico siempre se verá amenazado por las decepciones; la caridad jamás, porque no busca su propio interés”. 
Después, el autor explica cómo Dios está tan cañón que puede sacar un bien del mal más terrible. Osea, de la jalada más cruel, de la traición más inesperada, Dios puede sacar un bien. “Hay que percatarnos de que, en realidad, el mal que proviene de los otros no me priva de nada, así que carezco de razones válidas para querelos mal”. Claro que alguien nos puede privar de algo física o materialmente hablando, “pero nadie puede quitarme lo esencial, el único bien verdadero y definitivo que es el amor que Dios me da y el que yo puedo darle, y el crecimiento que de él se derivará. Nadie será nunca capaz de privarme de la posibilidad de creer en Dios, de esperar en Él, de amarlo en todo lugar y circunstancia”. 
Entonces uno pensaría que la clave es embarrarnos hasta la conciencia de teflón para que todo se nos resbale, ¿no? Pues no. Lo que Jacques dice es que “es lógico que el mal que existe en torno de nosotros nos haga sufrir; no es cuestión de blindarse y vivir indiferente de todo (...) Pero el mal exterior sólo me hace daño si no me deja reaccionar bien, es decir, si reacciono con miedo, con inquietud, con desaliento, con tristeza; bajando los brazos y desasosegándome en busca de soluciones precipitadas que no arreglan nada; juzgando, alimentando rencores y amargura, negándome a perdonar (...) El mal no procede de las circunstancias externas; procede del modo en que reacciona nuestro interior”. 
Ya para este punto me daba oso mi orientación... 
Por que el autor sigue y dice que si el mal penetra en nuestro corazón es porque ha encontrado en él un lugar donde anidar, una complicidad. Esto denota únicamente que en el corazón no hay fe, no hay esperanza y no hay caridad. “Si, por el contrario, en nuestro corazón existe una confianza total en Dios, si el fin de nuesra vida no es la búsqueda de nosotros mismos (¡¡¡Biancaaaaa!!!), sino hacer la voluntad de Dios, amarla con todo el corazón y amar al prójimo como a nosotros mismos, es imposible que el mal triunfe en nosotros. El sufrimiento, sí; pero no el mal”. 
Obvio esto no se da de la noche a la mañana porque tengamos muchas ganas. Requiere, desde luego, mucha disciplina y formación. “Si asumimos decididamente nuestra propia responsabilidad y aceptamos nuestra vida tal y como es, si ejercitamos en todo momento nuestra capacidad de creer, de esperar y de amar, si nos proponemos conquistarla, esta libertad nos será concedida progresivamente”. 
Otro punto que toca el libro es la clásica tendencia de los seres humanos a complicarnos (¡más!) la existencia. Y entonces cita la Biblia, donde dice: “a cada día le basta su contrariedad”. Lo que más o menos dice es que si nos la pasamos abrumados por nuestros errores del pasado, no le damos cabida al presente. Lo que debemos hacer es dejar todo en manos de Dios. Arrepentirnos, hacernos el propósito de mejorar y ¡¡neeeext!! No clavarnos, sino no podemos progresar, crecer, seguir adelante. 
El capítulo que me encantó fue el de “Vivir, y no esperar a vivir”. Lo que tenemos es el hoy y hay que sacarle el máximo provecho. “Esperamos confusamente el momento en que nos vaya mejor o en que las circunstancias sean diferentes y nos permitan vivir cosas más interesantes. Aunque por el momento no vivamos plenamente, más tarde (¡¿cuándo?!) ‘viviremos en serio’. Por supuesto que este tipo de espera, sea precisa o inconcreta, es totalmente legítima, pero comporta cierto peligro al que se debe estar atento; porque podemos pasar nuestra existencia no viviendo, sino esperando a vivir”. Y eso sí sería muy triste :( 
Sobre “la disponilidad hacia el otro”, es curioso: había una señora con la que tenía que tratar mucho en mi anterior trabajo, ¡y me chocaba! porque –aunque me caía muy bien– siempre tenía prisa, parecía que su hobby era tener cada día más y más y más actividades. La verdad es que me abrió los ojos (porque lo que nos choca, nos checa) y desde entonces quiero parecerme menos a ella y más a personas como Michel Domit, que con una agenda complicadísima, pareciera que no tiene nada que hacer más que escucharte. Lo que dice el libro es que no es una simple cuestión de cortesía, sino una verdadera disponibilidad del corazón. 
“Esto es algo que cuesta mucho, porque tenemos un fuerte instinto de propiedad en lo relativo al tiempo, y el hecho de no poder dominarlo a nuestro antojo crea en nosotros cierta inseguridad. Pero el amor auténtico tiene este precio. Si Jesús nos pide que no nos dejemos inquietar, lo hace lleno de compasión y ternura, y sobre todo con el fin de salvaguardar la calidad de nuestras relaciones: un corazón habitado por la inquietud y la preocupación no se encuentra disponible para nadie y es incapaz de hacer de cada encuentro un momento de verdadera comunión del que el corazón salga contento”. 
Por otro lado, me gustó que el autor dice que para amar a Dios no necesitamos de tantas “prácticas cuadradas”, por así llamarlas. “Ser cristiano es, ante todo, creer en Dios, esperarlo todo de él y querer amarle a Él y al prójimo de todo corazón. Todos los demás aspectos de la vida cristiana no persiguen más que un solo fin: aumentar la fe, la esperanza y la caridad. Si no es éste su resultado, no sirven absolutamente para nada”. Es como mi papá, que antes decía (como pretexto, claro está) que no iba a misa porque en el Vips le tocaba escuchar –a todas las señoras que venían de la iglesia– ‘desayunarse’ a todo Culiacán. ¿De qué les servía ser tan “fervientes” pregúntome yo? 
CDT. Han de saber que en las bodas AMO que casi todos los novios escogen la primera carta de San Pablo a los Corintios, la del amor. Es mi favorita. En la universidad me la quise aprender de memoria para recitarla como poesía (uno nunca sabe en qué momentos podemos sacar a relucir nuestros talentos), pero justo: el mío no es la declamada... si acaso bailar. Pero bueno, la cosa es que en esta lectura se confirma que el amor es más trascendente que la fe y la esperanza (con todo respeto para ambas). 
La fe y la esperanza son provisionales, sólo para este mundo, y enseguida pasarán: en el cielo, la fe será reemplazada por la visión, la esperanza por la posesión; sólo el amor no pasará jamás: nada reemplazará a la caridad porque ésta es el fin”. 
PEEEERRROOOO “el amor no puede existir sin sus ‘siervas’, que son la fe y la esperanza; la caridad tiene una total necesidad de ellas para crecer y desarrollarse (...) Si estamos atentos a lo que ocurre en nosotros, nos daremos cuenta de que, cuando el amor se enfría o deja de crecer, a menudo se debe a que nuestros anhelos, nuestros miedos, nuestras inquietudes y nuestro desánimo lo están ahogando”. 
De verdad no es mi intensión que este post sea un copy+paste del libro, pero siento que debo explicar sus conceptos en sus palabras... porque no encuentro otra forma mejor de transmitir lo que a mí tanto me sirvió. 
Entonces me sigo con algo que me recordó a sensei Domit (ya tengo 3 senseis en mi vida, jejeje). Jacques explica que cuando perdemos la esperanza, bajamos los brazos y nos sentimos de la patada. Para ver –nuevamente– el lado amable de la vida, la clave es llenarnos de esperanza, y esto se logra con una voluntad fuerte y dispuesta “que necesita verse alimentada por el deseo. Y ese deseo no puede ser poderoso si lo que se desea no se percibe como posible y accesible; porque, si nos representamos algo como inaccesible, dejamos de desearlo y quererlo con fuerza (...) Cuando la voluntad desfallece, para volver a despertarla se necesita una labor de 'remodelación' de nuestras representaciones que nos permita percibir de nuevo lo que queremos como accesible y deseable. La esperanza es la virtud que pone en práctica esa remodelación”. 
Una frase que me encantó fue la de “De Dios obtenemos tanto como esperamos”. Por eso es importante recalcar que Dios no nos da según nuestras cualidades o nuestros méritos, sino según nuestra esperanza. Dicen, por ejemplo, que la Madre Teresa sufrió de sequedad espiritual durante los últimos años de su vida justo por esto: porque Dios le permitió ver que no era por sus obras que la quería, sino que porque la quería, ella era capaz de hacer esas obras. Es decir, no porque yo siga todas las leyes me voy a salvar; el amor de Dios es gratuito, libre, ilimitado. Si lo metemos en la cajita de las normas, pues no checa... Es ilógico, contradictorio. 
Otra de mis partes favoritas del libro es cuando explica que nosotros no somos la suma de nuestros talentos. “Hay que estar atentos al peligro de confundir el ser con el hacer, identificando a la persona con el conjunto de sus talentos o aptitudes. Porque ¿somos solamente eso? ¿Y si pierdo mis facultades? ¿Si soy el mejor futbolista del mundo y acabo en una silla de ruedas? ¿Si me conozco al dedillo toda la literatura francesa y pierdo la memoria a raíz de un accidente? ¿Qué seré yo entonces...?” ¡¡¿A poco no nos pone a pensar?!! 
Y sigue: “Cada persona posee un valor y una dignidad únicas, independientes de su ‘saber hacer’. Si no se percibe así, existe el grave peligro de, frente a un fracaso, caer en una profunda ‘crisis existencial’; o de mantener respecto a los demás una actitud de menosprecio cuando nos topemos con sus limitaciones o con su falta de capacidad”. ¿A poco no les pasa a muchos retirados? Como que pierden su identidad porque se confundieron y creyeron que su “hacer” era su “ser”, y no. Y esto aplica para bien y para mal. No porque una persona fue muy “pecadora” en el pasado, quiere decir que se va a morir así. Nope. ¡Puede cambiar! Si quiere, obvio. Así como una persona que fue súper santa en el pasado también puede cambiar para mal. 
Honestamente puedo seguir y seguir, el libro es un must para luchar contra el orgullo, la vanidad, la autosuficiencia, la dureza del corazón. Habla sobre cómo Dios nos ama como somos, ¿y entonces cómo por qué nosotros no nos aceptamos tal cual (y al prójimo también)? Y explica que, si nuestro tesoro está en Dios, seremos totalmente libres porque nadie nos puede arrebatar eso. Si nuestro tesoro está en el trabajo, en el dinero, en la salud, en el reconocimiento, en las cosas materiales, pues buena suerte... porque eso no dura para toda la vida, y aunque lo hiciera, estaríamos todo el tiempo con el miedo al fracaso, al qué dirán o a perderlo todo (en un robo, un incendio, una crisis, etc.) Mientras que Dios... él sí no se raja.
Finalmente, hace tiempo tuve un novio que era una fichita (diría mi mamá) y siento que el peligro era que todo el tiempo decía que “no tenía nada que perder”. Entonces literal se agarraba a trancazos en el antro “porque no tenía nada que perder” o iba por la vida ponchando llantas, rayando carros y haciendo tontería y media “porque no tenía nada que perder”. Bueno, pues ese es el caso negativo de esta frase, pero lo que propone el autor es que no tengamos miedo de perder nada aquí (en este mundo) y tratar de que toda nuestra confianza esté depositada en lo único seguro: Dios. Sólo así vamos a ser 100% libres. Dios nos da la libertad, no la quita. Y de hecho en el libro pone el ejemplo de muchísimos presos, que en la cárcel se dan cuenta de que, si bien su cuerpo está acorralado, su alma les pertenece. Aquí la onda es que la lleven por buen camino... 
Ya ahora sí, para terminar, escogí esta frase que explica una de las bienaventuranzas (otra constante del libro, que agradezco, porque la verdad no es como que ya las había comprendido a plenitud): “La pobreza espiritual, la absoluta dependencia de Dios y de Su misericordia, es la condición para la libertad interior”. Como dijo MJ: This is it. 

lunes, 17 de octubre de 2011

Un, dos, tres por mí y por todos mis amores

¡¡Qué buena obra!! Manolo Caro, la verdad, se está convirtiendo en una de mis personas favoritas en el mundo. Está cañón la realidad que refleja, el humor con el que lo hace y la creatividad tan cañona que maneja sobre el escenario. Literal a los actores que actúan en sus obras les creo todo (para mí son una especie de “Friends” mexicanos), los temas que trata son súper interesantes y hasta cierto punto dramáticos, pero siempre los aborda desde una perspectiva cómica, entonces hace reír, y al mismo tiempo, reflexionar. Not an easy task if you ask me!!
Los aplausos en mi función (osea a la que fui porque los actores alternan) se los lleva Paola Núñez. Además de guapa, es súper buena actriz; los papeles de fresa se le dan perfecto. Los otros 3 actores estuvieron maravillosos también, pero son muy nuevos, no los ubico L El otro conocido es “Pacheco” osea Andrés Palacios, que por cierto en la obra se supone que está haciendo un documental sobre el amor, entonces pregunta –a mucha gente– “¿Amor es…?”, y tienes que definir (ese sentimiento) en una palabra o en una frase.
Pero cada vez que pregunta pasan un video, menos en una parte en la que interactúan con el público. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando nos pregunta ¡¡¡a Emma y a mí!!! “¿Amor… es?” Y a cuál más de las dos de mensas, sólo nos reímos sin parar, jijijiji, hasta nos dijo “¿son hermanas?” porque no hacíamos más que reír a carcajadas, literal. ¡Qué oso! Ya en el intermedio, Emma me dijo que iba a decir “confusión”; yo iba a decir a “Dios”. Pero bueno, a little too late.
La temática de la obra me gustó muchísimo, pero hubo una parte que me hizo llorar porque me identifiqué demasiado. Para los que no la hayan visto todavía, se supone que son dos parejas que están a unos días de su boda, pero por angas o mangas se separan esa última semana (chava de la pareja A y chavo de la pareja B se van a Madrid; no tienen nada que ver, solamente coinciden en el destino). Por otro lado, los que se quedan en México (chavo de la pareja A y chava de la pareja B) se conocen por casualidad y se ven tentados a “algo más”, pero la chava B vence esa tentación… para más tarde encontrarse al objeto de su afecto en el banco, y entonces sí caer en la tentación total.
Esto en particular me dio… no sé qué me dio, pero resulta que hoy hay en Madrid una persona a la que tengo muchas ganas de conocer y a Roberto lo conocí en la fila del banco. Así que digamos que me identifiqué con todo el asunto.
Para no hacerles el cuento largo, la chava B le pone el cuerno a su novio (con el chavo A) y se lo confiesa; y el chavo A hace lo propio con su novia (ambas parejas llevaban cinco años de novios), y he aquí donde empecé llore y llore y llore y llore. ¿Por qué?
Por que la misma culpa que siente chava B fue la que sentí (hasta hace un mes, de hecho) durante dos años. ¿Con qué corazón lastimas a alguien que durante tanto tiempo (cuatro años en mi caso) te dio sólo lo mejor de sí? ¿Qué razón le das a la persona que más has querido en tu vida para no quererte casar con ella? ¿Cómo reaccionas a como él reacciona?
En mi caso, ver a Daniel bajar 17 kilos fue todo menos divertido. Yo, por mi parte, decidí quedarme sola, sin “el distractor”, que en honor a la verdad pienso que Dios lo puso en mi camino sólo para darme cuenta que no era mi tiempo. Sé que suena medio macuarra mi argumentación, pero ese fue el último de mis síntomas: primero me dio gripa (el día que me dio el anillo me sentía ¡pé-si-mo!), entrevisté a una orientadora (Tere Pérez Teuffer) sobre cómo saber si la persona con la que te casas es la correcta (Reforma, La Novia, Junio 2009), leí “n” cantidad de libros sobre el mismo tema (Reforma, La Novia, Otoño 2009)… osea de que tenía duda no cabía ni la menor duda. Digamos que “el distractor” sólo vino a confirmarlo y darme el valor suficiente para terminar la relación. ¡Ah, pero cómo duele!
En el caso de la obra, la pareja B se casa; la pareja A no, y me encanta la mentalidad de la chava (“no me den el pésame, aquí nadie se ha muerto”, jajajaja). Yo no me casé y no me arrepiento porque creo que una relación se basa en la confianza, el respeto, la comunicación y el amor. Si se derrumba cualquier de los cuatro pilares ANTES de la boda, pues está cañón (si de por sí). ¿Qué nos espera? Eso sí, ya le pedí perdón al Dani –por teléfono y en persona . Me da no sé qué porque por más que me dice que “ya lo supere porque él ya lo superó”, sigo llorando pidiéndole perdón por haberlo lastimado.
Pero bueno, hay que cerrar ciclos, abrir nuevos y aprender de las lecciones que nos da la vida sobre el amor y el desamor. Yo creo que el mensaje de la obra es que lo más importante –sin importar cuánto duela– es que nunca dejemos de amar J ni de creer en el amor verdadero. Y no ver al matrimonio como algo que coarta nuestra libertad, sino como algo que la enriquece (al ser una elección propia hecha por amor y para amar).

domingo, 16 de octubre de 2011

Moneyball (El Juego de la Fortuna)

Aunque nunca le he entendido literalmente NADA al beisbol, me encantó la película. Lo más atractivo –en mi opinión– es que está basada en la vida (real) de un cuate que aún vive. Me imagino que se ha de sentir padre que millones de personas vean “un pedazo” de tu vida en la pantalla J
La verdad es que “Moneyball” está plagada de mensajes. Me gustó mucho, por ejemplo, la relación que tiene Billy Beane (Brad Pitt) con su hija, en la que trata –por sobre todas las cosas– de no preocuparla. Pero el que se lleva las palmas es Peter Brand, interpretado magistralmente por Jonah Hill (never heard of him before).
Lo primero que me llamó la atención es la capacidad de observación que tiene Billy. En una de sus tantas juntas se da cuenta que “algo” que dijo Peter hace que no le den al jugador que quería. Creo que en la medida en la que aprendemos a observar podemos ser 1) más serviciales, 2) más detallisas y 3) más audaces.
Lo segundo es la humildad para pedir un consejo. A veces estamos hasta el cuello, metidos en un problema en el que no vemos la luz al final de túnel, y no somos capaces de pedir consejo o incluso nos molesta que la gente nos dé tips para solucionarlos. Este no es el caso. Billy no sólo escucha la teoría de Peter, sino que la hace suya. “Es de sabios cambiar de opinión”.
Lo tercero entonces es el inmenso deseo de hacer esa idea realidad. En la mente de Billy, ese deseo era cambiar el sistema: contratar a jugadores subestimados (“an island of misfit toys”) a precios competitivos (no millones de dólares, como los grandes equipos) y ganar el último partido. Revolucionar el mundo del beisbol no era un antojo, un simple “quisiera”, “estaría padre”; era un verdadero y auténtico deseo.
Luego entonces creía que era posible… si no no se hubiera arriesgado tanto. Sin importarle que en el pasado no había sido el mejor jugador, creía que era posible cambiar “la mátrix”. Y literal todo el mundo lo tachaba de loco (todos menos Peter), de looser. ¿Qué tal los comentaristas? Decían hasta de lo que se iba a morir. ¡Pero ah, como cambia la cosa cuando llegan al partido 20 invictos! Entonces el rey es ¡¡el entrenador!! (válgame Dios). Pero a Billy le vale, no le importa lo que dice la gente, está convencido de lo que cree y sigue adelante. Eso es saberse enfocar. Ni se marea ni se sienta en sus laureles porque su meta no es el récord, que le aplaudan, dar entrevistas y salir en el periódico o la TV (qué bueno porque eso nunca pasa); es ganar el último partido. Esa es su expectativa, y la sigue siendo (por lo menos en las letritas del final eso decía).
Según Michel Domit, estos tres elementos (deseo-creencia-expectativa) son como “la lámpara maravillosa”, pero como dice un proverbio chino: be careful what you wish for.
Sobre la teoría en la que se basa la nueva administración (cuarto punto), pues la verdad es que es una lástima que a mí se me haya oxidado el cerebro –del lado de las matemáticas– porque aquí se comprueba que son una maravilla. Me acordé del examen de admisión del ITAM: una cuata haciendo la postura (de yoga) del Bailarín y salen como mil fórmulas, ángulos, quebrados, ecuaciones; entonces dice que “si la vida la ves así, el ITAM es para ti”. Yo por eso estudié en la Anáhuac, jijiji.
Otro punto a resaltar son las cualidades de un buen empleado: Peter (¡mis respetos!). Es leal, obediente, dice lo que piensa pero al final hace lo que le piden; no supone nada, es amable, dedicado, ecuánime, siempre da más. En cambio, el entrenador y los cazatalentos son una bola de soberbios. Creen que tienen la verdad absoluta, no aceptan sugerencias, son engreídos, desobedientes. MENOS el más viejito. Él sí capta y me encantó la escena en la que dice: “Billy es nuestro jefe, nosotros podemos proponer pero él toma la decisión final y punto”. ¡Wow! Esa sí es humildad. Hay que aprenderle tanto a esa gente… (a los adultos mayores pues).
Lo único que me pareció una verdadera pena es cuando le proponen a Billy ser el general manager de los Red Sox. Por un lado me gustó mucho que, como de joven tomó una decisión basada en el dinero (y no le fue nada bien), ahora elige que eso no sea un factor, y rechaza la propuesta. Me parece sin duda algo muy auténtico, pero ¡híjole! Da coraje que cuando salen las letritas del final dice que los Red Sox ganaron la Serie a los dos años siguiendo este mismo modelo, mientras que Billy sigue esperando que su equipo gane el último partido. Pa’ colmo se oye la cancioncita que canta la hija diciendo “You’re a loser, dad” como 100 veces L Eso no estuvo padre. Sobre todo porque la versión original ("The Show", de Lenka) dice "I want my money back".
Pero fuera de ahí, la verdad es que se requieren muchos de aquellos para escoger cumplir nuestro sueño (y a nuestra manera) sobre un sueldo récord. Creo que la mayoría hubiéramos dicho “pues bueeeeno, es un lujo, pero creo que lo valgo y ya me lo merecía”. Y cambiaríamos de camiseta. Pero Billy no. Ahí sigue –esperando, quizá– pero con la conciencia tranquila de haber elegido con la cabeza (no con las emociones) cuál era su destino, cómo quería que fuera su futuro. Y eso, en mi humilde opinión, es algo digno de admirarse, sobre todo en una sociedad tan materialista y consumista como la que nos está tocando (y de la que –para bien o para mal– formamos parte).

jueves, 6 de octubre de 2011

What’s your number? (Contando a mis Ex)

¡¡Cero se me antojaba!! A pesar de que es mi estilo de movie, se me hacía bastante chafa la idea de “recontactar” a los exnovios, ¿cómo para qué, no? Entonces fue una agradable sorpresa encontrarle dos o tres (más bien cinco) mensajitos padres. 
El primero es una “acotación” a mi tan llevada y traída teoría de que no existe la verdadera amistad entre un hombre y una mujer. Resulta que pensándolo bien, sí puede/debe haberla ANTES de pasar al siguiente paso (que supongo que es andar o decir adiós, ja!). Me explico: cuando conocí a Daniel no me gustaba, pero me caía muy bien. Como trabajábamos por el rumbo y yo iba todos los miércoles sola al cine, se acopló y se me empezó a unir. En mi casa me refería a él como “mi amigo del cine”. Creo que así estuvimos como dos meses. En ese tiempo, yo (y creo que él también) me mostré tal cual era: saliendo de la oficina me cambiaba los tacones por unos tenis (me creía neuyorkina, sorry) y en plena película sacaba mis uvas y/o zucaritas (juro que ya no lo hago), según fuera mi antojo. Como no sentía ningún compromiso, si sus chistes me gustaban me reía, sino no. A lo que voy es que era yo, sin necesidad alguna de aparentar. Un sábado me habló para invitarme a Worka (uuuuy, ya llovió!!) y fue ese día que lo vi como “algo más”. Empezamos a andar como a las dos semanas y la relación duró cuatro años, y aunque no nos casamos, fue de las mejores etapas de mi vida. Creo que fue un noviazgo muy sano, padre, divertido y con mucho amor, que estuvo basado en la autenticidad. Hace poquito me pasó parecido y es chistoso porque puedo decir el día exacto y preciso (jeje) en que el individuo en cuestión me empezó a interesar, pero primero no lo vi como nada más que un cyberamigo (sounds pathetic, I know). Finalmente, mi punto es que en la película, los protagonistas empiezan en esta dinámica de “está mon@, me cae bien, punto”. Después creo que la propia química (¡y física!) se encarga de “emparejarte” :) 
Lo segundo es un mensaje que se entiende mejor en inglés: to make love or to have sex (or to fuck, se oye más sexy, jijijiji). ¡Son cosas completamente diferentes! Yo creo que ni el extremo del siglo 1 es bueno (la idea de que si la mujer no era virgen no valía nada) ni tampoco la idea que nos quieren vender en el siglo 21 de “acuéstate con el que sea, el chiste es que te diviertas”. La traducción de la películar –para variar– me parece terrible porque Ally Darling (Anna Faris) no está contando a sus ex (con los que tuvo una relación y hubo amor, aunque sea en un mínimo grado); está haciendo una lista de sus “acostones”, que es MUY distinto. Entonces cuando dice que ya no se vuelve a acostar con nadie hasta que “encuentre al indicado” creo que es un poco drástico en el sentido de que uno nunca sabe. Yo juraba que me iba a casar con Roberto, lo sabía, estaba segurísima, hubiera podido apostar... ¡y no! (¡¡¡¡GRACIAS A DIOS!!!!). Lo que yo creo que es MUY bueno es que le baje a la “pirujeada” porque eso tampoco está padre. Igual y hay una etapa en la que queremos loquear, pero ir de cama en cama no me parece bueno ni recomendable ni sano ni nada positivo. No es por mocha, pero el chiste –ya si lo vamos a hacer– es hacerlo con alguien que queremos, con quien nos llevamos increíble, nos respeta, cuida, protege ¿y por qué no? Nos encanta :) Y entonces tiene sentido, pero hacerlo porque se nos pasaron las copas, pues ni que el cuerpo fuera qué, ¿no? 
Las otras tres cosas que me gustaron en cuanto a mensaje fueron que 1) ser mujeriego (u “hombriera”) no nos hace precisamente la persona más feliz; a veces es mejor (la mayoría de las veces, de hecho) tener a una personita que sea nuestro cómplice, amig@, pareja, consejer@, amante (ja!), nuestro todo, que andar en relaciones superficiales que a veces nos hacen sentir todavía más vací@s. 2) Que la gente cambia, va y viene, le va mejor, le va peor, engorda, enflaca, nada importa. No hay que compararnos. Los tiempos de Dios son perfectos y cada quien tiene los suyos. Ej. CASI todas mis amigas están casadas... ¡qué padre! Pero si yo me hubiera casado hace dos años, yo creo que ya me hubiera divorciado porque no estaba lista, no se me antojaba, no era mi sueño, no estaba dispuesta a sacrificar nada. Y por algo y para algo pasan las cosas. En este tiempo he madurado cañón y –creo– que hoy soy mejor persona, por lo menos más consciente de mis errores, mis defectos, mis pasiones... ¡y estoy chambeando! Y 3) ¡¡20 sí son muchos!! 

pd. tengo amigas solteras que son tipazas y están guapísimas... como acabo de leer en un libro: "hoy no existe la palabra quedada". Y como dice mi papá, "más vale sol@ que mal acompad@".