lunes, 18 de enero de 2016

La verdad oculta

Me hace más sentido como se llama la película en inglés, “Concussion”, pero supongo que el departamento de Marketing de Sony Pictures en México se negó a la traducción literal, que sería “Contusión cerebral”, que ciertamente hace más sentido pero no se oye lindo, de hecho se oye trágico, ¡¡y es que ES trágico lo que les puede pasar a los jugadores de futbol americano!! Pero bueno, lo que yo quiero compartir son los mensajes que me dejó esta película, protagonizada por el buen Will Smith, a quien admiro en todos los sentidos.  

El poder del billete. ¡Está cañón!, pero es una realidad. “Con dinero baila el perro” dicen por ahí y me toca constatarlo casi a diario (con cierta dosis de tristeza y desilusión, he de confesar). Si pudiera expresarme libremente, no darías crédito de lo que me ha tocado atestiguar, y supongo que a ti también. Por eso no me sorprende nada lo que pasa en la película en cuanto a la reacción de la NFL y sus intentos por callar la voz del Dr. Benett Omalu. Yo creo que hasta se quedaron cortos con las amenazas de muerte, el acoso, las intimidaciones… Aunque sí nos da una gran idea, pues no sólo quieren destruir su carrera, sino también su vida personal. Por sus acciones amedrentadoras, pierde la casa de sus sueños y a su primer bebé, lo suficiente para desmoronar a cualquiera. Y pensar que esto le pasa por una sola razón: ¡¡decir la verdad!!

Matrimonio y mortaja del cielo bajan. Benett conoce a su esposa gracias a la Iglesia a la que acude, lo cual hace un punto que para mí es hipermegavital a la hora de elegir una pareja: la vida espiritual, porque entonces hablas el mismo idioma y lidias con los problemas terrenales de diferente manera. Esto queda reflejado claramente en la escena donde ella le dice que no hay casualidades, sino “diosidencias”. ¡Ah! Me llamó mucho la atención otra cosa: que primero él le pide que se casen y luego le dice que “se pueden enamorar”. Esto, déjame te cuento, está en la Biblia. Y no quiere decir que te cases con el vecino que te da repele, sino que elijas a una persona casi casi que con la cabeza, porque el amor se construye y no al revés, es decir, la emoción y las mariposas en el estómago no son tan buen augurio como creemos. La pasión no lleva al amor, pero el amor sí puede llevar a la pasión. Si le echamos una pensada hace todo el sentido, lo malo es que estamos invadidos de mensajes que afirman lo contrario.

La película completa. “Tres años después”. ¡¡Tres años tuvieron que pasar para que el Dr. Omalu tuviera la oportunidad de hablar ante los directivos de la NFL!! Imagínate todo lo que pasó en ese ínter, ¡¡mil cosas seguro!!, entre ellas que se muda a California, tiene una hija, compra otra casa, consigue un nuevo trabajo, pero imagínate también emocionalmente los estados por los que pasó… Esto me transmite algo importante: la importancia de fluir y dejar todo en manos de Dios. Tener fe y certeza (que no es lo mismo que resignación) es estar convencido —más allá de toda lógica— que nuestros tiempos no son los tiempos de Dios. Usualmente queremos las cosas aquí y ahora, porque “ahorita” es cuando ocupamos eso que pedimos, y si no sucede así nos tiramos al drama. Pero los tiempos de Dios son perfectos, y en la película es la muerte de Dave Duerson, quien deja una nota diciendo que Omalu y su equipo tenían razón. Esto, en lo personal, me invita a no desesperarme por no tener la vida que soñé hoy, ¡¡porque la película todavía no se acaba!! Para enfatizar esto un poco más, imagínate que en la peli todo hubiera sido miel sobre hojuelas: que el Dr. Omalu hubiera publicado su artículo, que la NFL le hubiera dado las gracias con todo y renombrado reconocimiento, que hubieran ayudado a los jugadores y tomado medidas de prevención, ¿qué flojera, no? ¿Dónde hubiera quedado la emoción del clímax, eso que nos tuvo al borde del asiento? Es lo mismo con nuestra vida, ¡es un juego! Estamos destinados a ganarlo pero, a como yo lo veo, Dios lo pensó para que fuera entretenido, divertido, con retos y riesgos… no tedioso y aburrido, sin obstáculos ni libre albedrío.

La pasión de hacer lo que nos gusta y la escalera corporativa. A veces me siento apachurrada porque siento que no he avanzado mucho en el ámbito profesional. Me pregunto porque todavía no soy directora de ninguna revista… pero luego me tomo un café y se me pasa, jijiji, ¡no, mentiras! Ya en serio, reconozco que ha sido una elección, quizá no siempre consciente, de elegir una vida personal más rica y equilibrada, en la que he decidido quedarme donde estoy porque amo lo que hago. Esto lo traigo a colación por la escena donde el Dr. Omalu rechaza ser el forense de Estados Unidos. What?! La única explicación que me doy a mí misma es que a él le apasionaba su trabajo: hablarles a los muertos, tratarlos con respeto (que se refleja en cortarlos con cuchillos nuevos)… Entonces cuando le ofrecen el puesto, fíjate y lo que le dicen es: “ya no harás eso, cortar cuerpos quedará atrás, ahora harás cosas más interesantes”. Mmmhhhh. Interesantes quizá, pero no las que amaba. Y no es por excusarme ni quiero parecer mediocre, pero me he dado cuenta que cuanto más subes en una revista, menos escribes, ¡y a mí lo que me apasiona es escribir! Proponer temas, encontrar a las personas adecuadas para entrevistar, buscarlas, platicar con ellas, contar sus historias de una manera entretenida, ¡¡esa es mi pasión!! Así que bueno, tendré que ajustar algunas piezas aquí y allá para seguir haciendo lo que me gusta y crecer al mismo tiempo. No suena fácil pero tampoco imposible. Lo importante, eso sí, es seguir el ejemplo del Dr. Omalu: mantenernos fieles a nuestros ideales y principios, y no traicionarnos a nosotros mismos por ego, dinero, poder, fama... Por que todas esas tonterías, como llegan, se van. Y la conciencia limpia y tranquila —con todas sus características— permanece con nosotros hasta el último de nuestros días.