No pude haber leído este libro en mejor
momento. Como siempre he dicho, las cosas llegan cuando tienen que llegar. Éste
nuevo título de Elizabeth Hilts llegó a la redacción de Glamour y yo fui la más
rápida del oeste en agarrarlo.
¿En qué momento me perdí? La pregunta del millón el día de hoy (bueno, antier).
Reservándome el derecho del número, debo
confesar que he sido bastante noviera. No es que nunca haya estado sola, porque
claro que ha habido periodos de soledad, pero digamos que lo de las citas y las
relaciones se me da. Hasta ahora, en tooodo este tiempo, había tenido la
fortuna, la enorme fortuna, de tener novios que ME ADORABAN. Literal, I’m not
lying. Hubo uno por ahí que empezó muy bien y acabó muy mal, pero después de
todo por algo acaban las relaciones. Quizá dos si cuento a Roberto (al final
aquello era un verdadero viacrucis), pero digamos que he tenido la tarea de ser
yo la que diga “basta, hasta aquí llegué, hasta aquí llegaste y hasta que
llegamos. Have a nice life”. Esta vez no fue la excepción, pero para nada fue
como hubiera querido que fuera. Enfermo él y enferma yo L
Desgraciadamente, yo creo que “ya me
tocaba” conocer a un mega patán. Si bien es una linda persona cuando está de
buenas, es un horror cuando se enoja. No es nada expresivo (ni cariñoso ni
detallista), pero la ira sí que la expresa MUY BIEN (demasiado, diría yo). Y qué
miedo.
Qué miedo porque YA ENTENDÍ (no al 100,
pero algo) lo que es ser co-dependiente. A veces yo platicaba con amigas que me
contaban las cosas macabras que les hacían sus hombres y les preguntaba “¿y por
qué sigues ahí? ¡¡¡No te quiere!!! Si te quisiera no te trataría así, y si te
quiere y esa es su forma muy particular de demostrártela, pues qué horror. A
cuál más de las dos opciones, ¡¡run,
Forrest, run!!”. La cosa es que ahora sé porque siguen ahí
(o seguían, gracias a Dios).
En esta última relación, si le quisiéramos
llamar así (por el tiempo que duró creo que sería justo), hice exactamente TODO
lo contrario a lo que dice este libro. Me da pena admitirlo, me da vergüenza
haberlo permitido, me da oso contarlo, me da terror que se repita, pero sí:
anduve con una persona violenta que me hizo pedacitos. La realidad es que en
algún momento de la vida (quizá al cumplir los 31), me perdí, me desconecté de
mi cabrona interior y me dejé llevar. Me dejé pisotear, manipular. Claro que
bajo mi propia voluntad, no es como que me puso una pistola en la cabeza…
aparentemente. Pero ¡ah!, eso de la codependecia tiene su chiste.
Pero veamos, ¿qué es esto de “la cabrona
interior”? No es la que nos aconseja tonterías tipo “hazte del rogar”,
“pícalo”, “dale celos”… No. Es aquella voz linda, sabia, fuerte y firme que nos
dice: “date tu lugar”, “no le ruegues”, “¿quién se cree que es para hablarte
así?”, “no te lo mereces”, “¿dejarías que alguien tratara así a tu mamá, a tu
amiga, a tu hermana?”, “¿por qué sigues ahí, cuando tu cabecita te dice ¡¡vete,
huye!!, ¡¡sálvese quien pueda!!”, “¿vas a permitir que este hombre te baje la
autoestima, que te diga lo problemática que eres y lo loca que estás?”,
“¿neta?”, “¿seriously?”, “plis reacciona, plis quiérete, plis salva la poca
dignidad que todavía te queda”, “de amor nadie se muere”, “¿soledad? Bring it on, puedes con eso y más”,
“por favor, no te hagas esto, no lo permitas”, “quiérete, valórate. Como decía
el comercial: tú vales mucho y mereces respeto… ¡¡es cierto!!”.
Todo eso lo pensé yo. Todo eso lo negué yo.
Hasta que toqué fondo. Pero hoy (antier, repito) prometo conectar a mi cabrona
interior nuevamente; prometo (a mí misma) no volver a aceptar un trato
semejante, una actitud tan destructiva en un aspecto tan íntimo como lo es la
pareja. No lo voy a permitir porque no se vale, porque no es justo que alguien
más, con su violencia y su poco control de carácter fuerte, me arrastre y me
lleve a terrenos que no me corresponden, a sentir cosas que ni son positivas ni
me construyen para bien, sino que nada más lastiman y hieren, y sacan lo peor
de mí.
Debo confesar que varias veces lo pensé y
me lo dije: “Bianca, esto ya valió, no da para más, está demasiado agotada la
relación, se rompió en demasiados pedacitos, let it go. Please, you can do it, please let it
go. You’re stronger than that, you are better than that, you deserve better
than that”. Pero el peligro de la desconexión es justamente
ese: ignorarnos y pasar por alto lo que sentimos MUY en el fondo, lo que
sabemos pero no queremos admitir porque duele, porque no está padre, porque qué
poca.
Estoy tranquila con la decisión, estoy
contenta porque ya soy libre, porque no hay más culpa, no hay más amor, no hay
más odio ni resentimiento ni reclamo. Aún así, no puedo parar de llorar. Llevo
(aprox) cinco horas… Estoy cansada (por si se lo preguntaban), pero serena. Y
siendo sinceros, un poco en shock.
Yoooo, que tengo tanto carácter (eso dice
mi papá), que tengo tan buen trabajo, que me veo tan segura, que leo tanto, que
tomo cuanto curso se me atraviesa (siempre cuidando “la línea”), que aconsejo a
mis amigas, que… Pues sí, pero yo también soy mujer y también me apendejo
(sorry); peeero también soy mujer, y por eso aprendo y me levanto. Y prometo
que JAMÁS un hombre me va a volver a hacer sentir como si fuera basura, porque
no lo soy, y no porque sea “juancamaney” (versión femenina), sino porque soy
hija de Dios. Nada más por eso no soy basura y no merezco que nadie me trate de
la forma en la que fui tratada por esta persona.
Este libro, que está escrito de una forma
muy simpática y amena, sólo reconfirma lo mal que la pasamos las mujeres cuando
nos desconectamos, nos ignoramos, nos dejamos llevar por la pasión y el
cuchiplancheo (jejeje, I HAD to use that
word, la acabo de oír y me reí sin fin).
Volviendo al tema: ¡¡Hay que hacernos
caso!! Si desde un principio la cosa no marcha bien, ¡bye! Que no haya culpa. A
mí eso fue lo que me fregó. Yo creí que él había cambiado (para mal,
obviamente) porque YO lo había hecho “enojar”, pero ni madres. Más bien
rapidito mostró sus verdaderos colores, su nefastes, su carácter violento y
agresivo. Pero yo de burra, en lugar de decir “see you later allegator”, le seguí. Porque creí que “era mi culpa
que él hubiera cambiado”. ¿Y saben qué? ¡¡¡No lo fue!!! Él ha sido así desde el
principio, pero claro, lo tapó y lo disimuló hasta cierto punto en la relación
en donde ya hay cariño y hasta cierto punto amor, y entonces uno se aferra y
dice “¡ah, no! La Madre Calcuta que llevo dentro me exige salvar esta
relación”. #noooooottttt
No es sano para ninguno de los dos, no es
constructivo, no es nada: no da paz, ni tranquilidad, ni nos hace mejores
personas. Es pura nefastes. Pura destrucción. ¿Saben qué les digo? No somos la
Madre Teresa. Merecemos hombres que nos aprecien, quieran, valoren y RESPETEN
como somos, por lo que somos. Yo no digo que somas perfectas, nadie lo es. Yo claro
que tengo errores, por supuesto que tengo días de la patada, obviamente hay momentos
en los que no me aguanto ni yo sola, pero de verdad les digo que no me vuelvo a
dejar (por lo menos si ya lo tengo consciente, como en este caso, que lo tenía
claro desde hace meses, pero neeeecia).
Se siente feo –feíiiiisimo– terminar (sobre
todo porque sí lo quería… no taaanto, pero sí).
Pero siendo honestos, se siente peor haber
permitido caer tan bajo gracias a alguien macabro cuando sabía que no debía,
que lo mejor era cortar por lo sano, no aferrarme y necear con algo que ya no
valía la pena, que ya no tenía caso porque ya no tenía arreglo.
Mujeres, seamos damas. Valemos mucho.
Aunque haya patanes que nos quieren hacer sentir lo contrario. Hay que confiar
en Dios, nada más, en que algún día llegará #theOne, y que experiencias como éstas nos harán valorar el doble a
ESE hombre, que tampoco va a ser perfecto, pero nos hará ser mejores personas, nos
hará crecer en todo sentido y no nos chupará la energía con su negatividad, su
amargues y sus mentiras.
¡VOLVAMOS A SER CABRONAS! Recobremos a la
chava segura e independiente que llevamos dentro, a la que no se deja, que se
da su lugar, que se da a respetar, que no ruega –no porque su mamá le dijo,
sino porque sabe que si el hombre no la valora, ¡pues él se la pierde! Next, el que sigue. Porque para malos
tratos… ¡¡a otro lado jovencitos!!
Otra cosa
es cierta: can’t live with them, can’t
live without them. Y POR ESO hay que reconectarnos
con nuestra cabrona interior. Porque somos nosotras las que tenemos el poder. Sólo
nosotras podemos hacer que una relación sea buena, sana y productiva. Tenemos
la sartén por el mango, ¡pero hay que saber usarlo! De tapete no sirve, eso es
seguro. Pero si acaso ya nos pisotearon (como a mí), pues tampoco es el fin de
mundo, eh? ¡Pa’ adelente, como de que no!
Además, pensándolo bien, cuando nos damos
nuestro lugar, sacamos lo mejor de ELLOS. ¡Es una win-win situation! Así que girls, let's be total and complete (lovely) bitches!!