“Quiero una novela que no pueda parar de leer”. Eso fue lo último que dije antes de salir de mi casa rumbo al aeropuerto del DF (por si se preguntaban, iba a Mazatlán). Afortunadamente Editorial Planeta mandó una copia de “La mujer que buceó dentro del corazón del mundo” a Caras, misma que tomé, también por fortuna.
El libro –de Sabina Berman– es una delicia J Hace reír, reflexionar, pensar, analizar, y al final (recordemos que pareciera que es mi costumbre), llorar. ¡¡Se muere un personaje importante, qué puedo hacer!!
Por si no lo piensan leer –o sí, da igual– el libro trata sobre una chava autista (Karen) que está entre la imbecilidad y la estupidez en unas áreas, y entre la genialidad y la brillantez en otras. Digamos que es pésima para las relaciones humanas pero es genial para dibujar.
Lo mejor es que el personaje en cuestión, así como casi todo lo que se narra, pasa en ¡¡¡MAZATLÁN!!! Ja!, nunca me había tocado que una novela tuviera como escenario principal el puerto que tanto amo (por la gente y el malecón principalmente, ¡ah!, y La Panamá).
Entre las cosas que más me gustaron fue que ese autismo que padece le da una libertad muy cañona a la protagonista. Tipo cero se ilusiona con nadie –llámese galán, amig@ o familiar– porque se apega muchísimo a la realidad, y eso me dio una eeeenvidia. De la mala, obvio.
Porque yo, al igual que el 90% de las mujeres (creo), soy una romántica ilusionista de lo peor. Salgo con un cuate dos o tres veces y ya me vi, ojalá que en el altar, ¡¡ya me vi con hijos y de viejitos!! ¿Así o peor? Si no hacemos click entonces lo visualizo en una tumba o en China tipo, ¡o con otra!, esa es la clave cuando no me gusta alguien que sí me cayó bien; pienso “ay Diosito, mándale a alguien”.
Pero también me pasa con las amigas. Conozco a alguien que me cae perfecto y ya me imaginé que seremos best-friends-4-ever y haremos mil viajes juntas e iremos a cientos de fiestas y conoceremos a mil “hombres” y la pasaremos increíble y…
Y eso, a lo largo de 30 años, puedo decir que es un pésimo hábito. Lo mejor, como dice el libro y también mi sensei papá, es no esperar nada de nadie. Así seríamos más felices, pero eso a mí no se me da. Trato, de verdad, pero no está en mí, así que estoy destinada a sufrir. Ja! Qué dramática.
En fin. Un “episodio” que me hizo reír mucho es cuando la chava va a entrar a la universidad y entonces le enseñan a hacer 25 caras humanas; esto porque ella sólo tiene tres y la gente se descontrola porque estamos acostumbrados a reaccionar y a que los demás reaccionen ante lo que hacemos o decimos. Yo, por ejemplo, cuando digo un chistorete, de inmediato busco a alguien que se ría… Se siente horrible cuando nadie lo hace, pero creo que son las menos (veces). Fiuf.
Pero volviendo a Karen, a ella le vale la gente: lo que piense, haga o deje de hacer, a ella la tiene sin cuidado. Y parte de su autismo la lleva a desconectarse cuando así lo quiere/necesita. ¿Verdad que no se oye tan mal? Uno de los puntos débiles, eso sí, es que nunca ve a los ojos y como el ser humano “normal” la ve como rara, suele hacerle cosas non-gratas L Buh.
Para Karen, la única preocupación en la vida son los atunes. Eso también está increíble: esa conexión que tiene con los animalitos. Yo antes pensaba que las personas primero nos deberíamos preocupar por las demás personas (huérfanos, viejitos), pero la verdad sí tiene sentido preocuparse también por los animales (perros, tiburones, osos) porque finalmente vivimos todos en el mismo planeta, y si se acaba uno se acaba el otro y luego el otro y luego el otro, y así… y a nadie le conviene esa situación.
El libro está escrito de una manera que atrapa cañón. Yo de verdad no podía parar de leer. Porque además retrata muchas cosas que a nosotros se nos hacen lógicas, y que realmente no lo son. Por ejemplo, se pregunta cómo puede alguien “buscarse a sí mismo” o “aburrirse de tener tanto tiempo libre” o porque la gente finge sentir algo que no siente o dice algo totalmente contrario a lo que piensa “por quedar bien”; suponer y pensar por los demás tampoco es una de sus habilidades… lo cual yo más bien diría que es una cualidad, no un defecto, pero bueno.
Es chistoso también como a lo largo del libro se nota una pasión y amor por todo lo dicho por Darwin y un total desdén hacia la frase más famosa de Descartes: “Pienso, luego existo”, la cual –me convenció– es una reverenda tontería. Porque aunque yo no piense, existo; aunque una persona esté en coma o discapacitada, existe. O en su caso, con todo y autismo, Karen existe, antes aún de pensar. Qué mal que nos machaquen tanto esta frase en la escuela…
Si tienen chance y les gustan las novelas, no dejen de leer “La mujer que buceó dentro del corazón del mundo”. Está un poco largo el título, pero es parte de su "jocosidad". Vale la pena.
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