Primero que nada, gracias a mi amiga Emma Toledo, coordinadora de moda de la obra, por haberme invitado al primer ensayo general de “Amor, dolor ¡y lo que traía puesto!”, que estoy segura tendrá muchísimo éxito.
BTW. Me dio mucha risa que las actrices llevaban y traían un
atril para todos lados, entonces yo pensé que era porque (recordemos que era
ensayo) todavía no se sabían sus textos, ¡¡y no!! Pfff, jejeje. Resulta que me
enteré por el periódico que hay un tipo de teatro llamado “de atril”… Good to
know.
EL único personaje fijo en la obra es el de Silvia Pinal,
“La Güera”. Diana Bracho, Gabriela de la Garza, Susana Zavaleta y Mariana
Treviño van cambiando de papel según la escena. Creo que interpretan a dos por
cabeza. Historias muy interesantes y conmovedoras.
Me gustó mucho que la más aplaudida fue Silvia Pinal. ¡Uy!
Nada más movía tantito el esqueleto y nos desbaratábamos en chiflidos, porras y
aplausos. ¡Me encanta eso!: que en teoría somos súper discriminatorios,
anti-viejitos, etc. Pero en mi experiencia, siempre que en un grupo hay un
“adulto mayor”, es el favorito: el más cuidado, el más asediado, el más
vigilado, el más consentido.
Así me pasó también cuando fui a Israel. Pepis, que era la
más grande del grupo, era la consentida: todas estábamos al pendiente,
tratábamos de que estuviera cómoda, tranquila. Yo me peleaba por empujar su
silla de ruedas… hasta que casi nos accidentamos en una bajadita. Ahorita me
río, pero en el momento fue muy angustiante. En fin. Da gusto ver que las
viejitas siguen siendo unas reinas J
En cuanto a las historias de cada personaje, hubo dos que se
me grabaron porque me impactaron, nada más que de diferente manera.
La primera la contó Mariana Treviño y es el testimonio de
una chava que se hace un tatuaje o algo así por haber vencido al cáncer de mama
que le habían detectado a los ¡24 años! No están ustedes para saberlo ni yo
para contarlo, pero antier soñé que me diagnosticaban esa enfermedad. Claro que
llevo dos días obsesionada, toque y toque, y según yo nada, pero me traumé. Creo
que Alejandra de Cima y Bertha Aguilar han hecho una increíble labor
concientizando a las mujeres.
La otra escena a la que me refiero es de una boda lésbica.
Don’t get me wrong! Yo respeto y soy una fiel defensora de la frase de que en
esta vida “cada quien sus cubas (y sus preferencias y sus partidos y sus
equipos y sus dineros y sus issues y sus TODO), peeeeero la neta no me late. Yo
creo que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, para todo lo demás deberíamos
inventar otro nombre… ¡tan creativos que somos!
Finalmente, sólo quisiera hacer una mini reflexión sobre el
título de la obra, que me encantó.
La ropa es súper importante. Cuántas veces no hemos dicho: “¡¡no
tengo nada que ponerme!!”. O por
ejemplo, una vez leí que la gente de playa era más abierta (socialmente
hablando) porque traía menos ropa que la gente de las grandes ciudades, donde
usualmente hace más frío y entonces se usan más capas: el abrigo, la bufanda,
el suéter, la blusa, etc. Qué interesante, ¿no?
Hay prendas que tienen historia: por cuando las usamos (ya
sabrán mis nervios cuando tuve la entrevista con Eva Hugues, ex directora
editorial ¡¡¡de Vogue!!!), quien nos la regaló (una vez un novio me regaló una
falda “S”… how cute (idiot) was that?), cuanto nos costaron (esos caprichitos
que sangran la tarjeta), lo que nos costó conseguirla (tuve que recorrer
cinco malls…), a quien se la vimos (Fey, Britney, Sarah Jessica Parker).
Yo he tenido mucha ropa llena de amor: La garbardina Guess
increíble que me regaló mi papá (y que me robaron en la Anáhuac), el suéter más
calientito de la historia (y que por eso casi no me pongo) que me dio mi
hermano, los 7 primeros bikinis de mi vida que me compró mi papá, los cuales me
hizo modelarle en la tienda; los vestidos varios que me hizo mi mamá (lástima
que era una puberta insoportable, nunca los valoré), el vestido que usé en mis
XV años (un rojo increíble), el vestido que me compró mi tía Norma para una
gala en Los Angeles (el cual sigo usando, después de 12 años), el abrigo verde limón Soho con el que me detuvieron en el aeropuerto de San Francisco (dice mi papá que han de haber creído que era piruja, jajaja), en fin. ¡Mucha!
Me acuerdo, también, por ejemplo, lo que usé en los
memorables XV años de una compañera de la prepa. Fueron inolvidables porque su
papá corrió a la mitad de la fiesta (jajaja, a todos los “colados”, que eran lo
más guapos) y porque no sé qué estaba pensando cuando decidí hacerme dos
colitas (diferente altura, diferente dona), ponerme una blusita ombliguera
metálica (de las que usaba Fey, hello!), una falda blanca que hacía juego con
un saquito con botones de colores, unos zapatos como de plástico con tiras de
más colores… Parecía arcoíris. Y de esas anécdotas tengo varias, pero para
conservar mi buen nombre no revelaré ni una más, jejeje.
Pero también tengo ropa de dolor: la que usé cuando corté con Daniel, la que me
pongo cuando me enfermo, la que escojo cuando siento que todo me sale mal en la
vida (entonces yo colaboro con el look también, por qué no). Tengo mala
memoria, pero cuando la veo colgada del clóset claro que pienso: “eso traía
cuando me caí”, “eso me puse cuando salí con ese gañán”, “eso usé cuando choqué”,
jejeje.
Finalmente, les cuento que mi amiwi Emmi me regaló (bueno,
hizo que me regalaran) unas tarjetas de colores de Inna Segal. Son parte del
programa “Sanación Intuitiva Visionaria” (google please). No las he aplicado
mucho, pero como funciona es que al despertar escoges una tarjeta al azar y ese
día te pones algo de ese color, que te recuerde aquello que leíste en el
librito que acompaña a las tarjetas.
Como les digo, a mí a duras penas me da tiempo de salir
corriendo cara-lavada y pelo-mojado… y aún así se me hace tarde, ya sabrán si
me pongo a meditar. Pero prometo algún día hacerme el tiempo. Porque Emmi, que
sí se lo hace, ¡¡no saben cómo ha cambiado!! Cuando yo la conocí se vestía
ÚNICAMENTE de negro, siempre, toda la vida no matter what. Y de repente la
empecé a ver de naranja, de café, de lila, de verde, ¡¡wow!! Toda la
diferencia. No saben lo bien que se ve, y según me dice, se siente.
Hoy me encontré con tu blog, y me encanto !! Leí un par de entradas, esta, la deje a medias, y es que le " traigo ganas" entonces una vez que la vea, regresaré a tu blog a leerla completita !!
ResponderEliminarUn abrazo !
a mi también me impresionó mucho la historia del cáncer de mama...me encantaron las actuaciones, y aunque todos nos desviviamos por Silvia Pinal, me parece que Mariana Treviño es maravillosa!
ResponderEliminarY sí, que importante es la ropa, yo también alguna ropa sé en el momento exacto que la usé y nunca se me va a olvidar.
Super recomendable!!!
Te creo porque ya descubrí que eres muy fashionista :)
ResponderEliminarMariana a mí tmb me pareció la mejor, súper talentosa.
Buena elección teatral.
Es un obra de teatro excelente y mucho muy divertida.
ResponderEliminarSe puede estar atento en cada momento ya que te tiene mucho
muy entretenido.
Muy buena obra de Teatro.