Gracias
a mi queridísima amiga Mariel por invitarnos a ver “El Vestidor” (“The Dresser”,
de Ronald Harwood), la nueva puesta en escena de Héctor Bonilla y Bruno Bichir,
que se presenta en el Centro Deportivo Chapultepec, en Polanco.
Sobre
esta obra sólo puedo decir dos cosas: 1) ¡¡¡qué nivel de actores, qué
impresión!!! y 2) vayan a verla, vale toda la pena.
La
historia está muy padre, les voy a literal transcribir lo que viene en el
programa (porque está muy bien explicado): “En un teatro de alguna ciudad de
Inglaterra, durante la 2da. Guerra Mundial, una compañía de teatro itinerante
especializada en obras de William Shakespeare se prepara para dar una
representación de “El Rey Lear”. Se trata de una noche especialmente difícil,
pues además de que la ciudad está bajo bombardeo continuo por parte de la
fuerza aérea alemana, Su Señoría (Héctor Bonilla) –el primer actor y dueño de
la compañía– está enfermo y delirando. Así pues, la tarea aparentemente
imposible de que se levante el telón y Su Señoría pueda representar hasta el
final el personaje más exigente creado por la pluma de Shakespeare, recae
enteramente en Norman (Bruno Bichir), el Vestidor de Su Señoría, quien deberá
hallar la manera de preparar y motivar al desgastado actor para dar la función
culminante de su vida”.
Ok,
ahora en mis palabras: Su Señoría, el actor principal de la obra que esa noche
se presentaba en Inglaterra, se escapa del hospital para dar la función que la
tramoyista insiste en cancelar (por razones obvias), pero el Vestidor no se lo
permite y le dice que todo va a salir bien. ¡Y así es! Medio le sufren, pero
salen adelante, con un humor y un profesionalismo que ya quisiéramos todos.
Personalmente
amo ir al teatro porque hay una conexión con los actores que obviamente no se
puede dar en el cine. Cuando salió Héctor Bonilla todos aplaudimos (como
reconocimiento a su trayectoria y a su trabajo) y aunque (los actores en
general) hacen como si nada pasara, supongo que es padrísimo para ellos
escuchar el sonido de nuestras palmadas.
Por
otro lado, Bruno está espectacular. ¡¡Su personaje es lo mejor del mundo
mundial!!, súper divertido, medio gay según yo, muy simpático, amable y de una
gran calidad humana. Colaboradores así quisiéramos todos: de la realeza y no.
En
cuanto a mi novio (¡amo esa palabra!), además de las actuaciones, lo que más le
gusto –y coincido– fue el optimismo de Norman. “A pesar del desánimo de Su
Señoría, los bombardeos y la actitud en general de todos los demás, Norman
siempre le encontraba el lado positivo a las cosas”, dijo mi media naranja (jejeje,
¿así o más cursi?).
Yanni
también opinó que lo mejor fueron las actuaciones y a Marielita le llamó la
atención lo mismo que a mí: lo que pasa ‘tras bastidores’, lo que nosotros como
espectadores no vemos, de lo que ni nos enteramos siquiera… entonces cuando nos
lo muestran, aunque sea actuado, es súper interesante.
“Me
gustó el montaje y cómo veíamos lo que sucedía en backstage”, dijo mi amiga con
influencias (después de todo, gracias a ella fuimos gratis ¡y nos dieron súper
buenos lugares!). “La historia es interesante y el humor involuntario de los
personajes porque su perfil está tan bien definido, que entendemos perfecto
porqué se comportan así: Su Señoría necesita las miradas del público y el
Vestidor, las de Su Señoría. En el fondo ambos buscan el reconocimiento. En
síntesis, a Su Señoría le gusta que le den y al Vestidor le gusta dar”.
El
final está medio trágico/triste porque nadie se espera que el muerto sea
malagradecido, pero finalmente fue coherente. Si era egocentrista en vida, ¿por
qué habría de ser humilde y sencillo muerto?
Sólo
para no dejar, el resto del reparto lo componen: Verónica Langer, Pilar Ixquic
Mata, Arturo Reyes, Cristóbal García-Naranjo, Andrea Riera y Alfonso Bravo. ¡Ah!
Y la dirección es de Alberto Lomnitz.
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