- No se me abren los ojos…
- ¡No te preocupes! Yo corro
por los dos.
- (¿Mh? OK) ¿Seguro?
- Sí, claro. Llego a la meta,
me regreso y vuelvo a empezar.
- (Mmm,
sounds a leeetle bit ridiculous,
but…) ¿En serio
no te importa?
- ¡No! Tú duerme…
- OK.
Volteo
de reojo y veo que mi adorado novio ha puesto carita de niño asustado/triste y
me dice con una vocecita: “¿En serio me vas a dejar ir solo?”. Entonces me doy
cuenta que está más que listo y comprendo que nope, ¡a dormir más tarde! Ahorita más me vale levantarme a correr.
Salimos
a los 10 minutos (soy rápida para alistarme, es otra de mis cualidades, jaja),
caminamos al sitio más cercano y tomamos un taxi (tanta carrera me ha servido
para saber que es la mejor opción), nos deja en Constituyentes (donde vemos más
corredores) y empezamos “a calentar”. Digamos que no tenemos otra opción; son
7:26 y la carrera empieza a las 7:30 am.
Con
la meta a la vista, al Gusi y a mí se nos ofrece al mismo tiempo apretarnos las
agujetas (¡somos tan parecidos!). Luego veo un baño y no puedo resistirlo. El
Gus me espera afuera y decidimos que ése será nuestro meeting point más tarde (después de haberlo sugerido, le dije a
Gustavo que ni que fuéramos siameses para correr juntos; no hay nada mejor que
“cada quien a su ritmo”, sobre todo porque él es una liebre y yo una tortuga
–sin complejos, no se preocupen).
Justo
cuando nos íbamos a meter a la pista, el conductor da el disparo/grito de
salida. A los 3 minutos estamos pisando el tapete de Salida (con el respectivo
sonidito del chip). Corremos el primer kilómetro juntos. “Siento que vamos muy
despacio, pero yo voy a seguir a la liebre”, pienso para mis adentros. Más
pronto que tarde llegamos al km. 2 y el Gusi se despide: “nos vemos en la meta,
amor”. ¡Ah!, ya decía yo que el acuerdo era ése.
Llego
al 3 muy bien pero de pronto me entran unas ganas locas de ir al baño. Me
siento como un canguro cargando agua en mi panza (una sensación nada agradable
y cero recomendable si estás corriendo). El km 4, 5 y yo creo que hasta el 6 me
dedico a buscar un baño o un lugar “donde nadie me vea”… pero no tengo suerte.
Al
7 mi panza ya entendió que no hay baños disponibles por ahí. Entonces mi mente
se concentra el lo hermoso del paisaje y todas las atracciones que hay en el
Bosque de Chapultepec, ¡estoy impresionada! Llevo 13 años viviendo aquí y nunca
me había percatado. ¡Tache!
Hay
lanchitas, tirolesa, juegos, mariposario, museo, casa de espejos, ¡todo eso y
más! Hago notas mentales para ir a todo a lo largo de tres o cuatro fines de semana.
Lo único que me quita las ganas de inspeccionar el área es pensar en la
cantidad de gente que habrá los fines. En fin…
Cuando
menos pienso, estoy en el km 10. La verdad bastante enterita. Me dan mi medalla
y mi kit de recuperación, ya saben: agua, Gatorade y un plátano. Y por ahí veo
a mi novio guapísimo. La historia quedó en que yo hice 67 minutos y él 53. ¡Les
digo que la liebre de la pareja es él!
Nos
tomamos unas fotos con su teléfono y luego nos vamos al stand de prensa. Somos
los únicos así que nos atendemos con la cuchara grande. Café para quitar el
frío, sandwichitos que el joven que está ahí muy atento resurte rápidamente,
galletitas… Y vemos la carrera de los peques #ternuritas. Gustavo y yo decimos
que cuando tengamos hijos los vamos a inscribir.
Un
par de fotos más y partimos hacia la posada de Paseo a Ciegas, que sería en la
Quinta Colorada (una zona en la 1ra. sección del Bosque), ubicada en el km 5 aprox.
de nuestra ruta. Ya de paso les presumo que de ahí nos fuimos caminando a su
casa, o sea que en total recorrimos más de 17 kilómetros (sí que desquitamos
nuestras piernitas).
Lo
mejor de esta carrera no fueron ni mi tiempo (en la Nike hice 59) ni el clima
(hubiera podido hacer un poquito menos frío), sino las siguientes 3 cosas:
1)
El ambiente estuvo súper padre y éramos la cantidad de corredores correcta para
que estuviera cool sin estar atascada y padecer las consecuencias.
2)
La carrera fue significativa porque era de una empresa de seguros (a lo que se
dedica mi novio) y la leyenda de la medalla me encantó: “que lo más valioso
permanezca”, osea ¡nuestro amor! La playera también estaba padre porque le
podías escribir atrás la intención por la que la ofrecías.
Last but not least,
3)
Porque fue la primera que corrí con mi novio, lo cual había sido mi sueño de
toda la vida. Una vez más puedo decir que “dreams come true!”.
Gracias
a Zurich por las cortesías, a Gustavo por ser el mejor novio que existe en esta
tierra y a Dios por haberme mandando a la persona perfecta para mí.
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