Muy madrugadores y felices.
Nos preparamos y pronto estamos listos para correr nuestra segunda carrera de
10K juntos. Salimos de la casa rumbo al metro Insurgentes. "¿Por qué hay
tanta gente afuera"?, pregunta mi Gus. "Pa’ saber", pienso yo.
Dos minutos después nos enteramos: ¡el metro está cerrado! "Pppffff, ¿y
ahora?", dice mi pinwino; "pues a correr hacia Reforma y luego
vemos", respondo yo.
Lo bueno de nosotros –y una de
las cosas por las que ‘nos hemos hallado’ tan bien en estos cinco meses– es
porque tanto el Gus como yo somos personas de retos. No digo que nos encanten
(es más a gusto que todo fluya), pero no somos nada pesimistas ni negativos.
Así que ahí vamos, trotando hacia la avenida más linda del DF.
Se nos pasa un taxi, pero
pescamos el siguiente. Nos dice que nos cobra $30 hasta donde llegue (mmhh),
pero no cuenta con nuestra astucia de sabernos atajos para llevar a cabo
nuestro plan, que es llegar a Polanco (al hotel Presidente) y de ahí cruzarnos
al Auditorio Nacional, donde está la salida.
Al llegar al hotel le pago con
uno de $100 y no trae cambio. Pienso que dejarle 70 pesos más es mucho y
corro al Seven-Eleven que nos quedó enfrente para ‘romper’ el billete (como
dice una amiga).
El cajero me lo cambia por dos
de $50 y varios muchachos madrugadores me van cambiando más y más, hasta que
tengo $30 pesos cash. ¡Yei!
Corro al taxi, le doy el
dinero y pegamos carrera. Le digo al Gus que la actitud del taxista me puso de
malas pero que se me olvidó con la buena vibra de los chicos amables de la
tienda. Él me explica que están en su derecho de ponerse los moños porque hay
gente mañosa que luego les quiere pagar raits de $20 pesos con billetes de
$500. Ya si le sumamos pues sí salen perdiendo, ¿no? En fin. Como en todo,
pagan justos por pecadores.
Corremos como si fuéramos a
recibir herencia, pero no nos dejan integrarnos al carril de corredores. Son
6:57, ¡no puedo creer que lo logramos! Bueno, caaaasi. Estamos a 30 cm.
Para nuestra buena fortuna,
alguien gritón le explica al guardia que no se va a atravesar, sino que va a
correr 10K. “¡Nosotros también!”, digo y púmbale, nos metemos luego luego.
Somos ágiles (y humildes, jaja). Terminamos de calentar y medio estirar, el Gus
prepara su iPhone y yo mi iPod (sí pifa, pero quedó todo cucho desde que se mojó
en la Carrera de Sport City).
Olvidé mencionar que mientras
corríamos del taxi al Auditorio rezamos un Padre Nuestro y un Ave María. La
realidad es que en nuestra tierna juventud (bueno, ni tanto) fuimos un tanto ‘mochos’
y algo se nos quedó. Pero además la carrera la estamos ofreciendo por dos
cosas: nuestras familias y nuestra futura familia. ¿Así o más cursis, verdad? But we don’t care. Como siempre he
dicho, el amor hace nuevas todas las cosas… y participar en las carreras con
nuestro “+1” es una más de ellas.
Pasada la angustia del llegar
o no llegar a tiempo, el Gus acepta tomarnos una #selfie (elegida por el diccionario Oxford de
la Lengua Inglesa como ‘palabra del año’). Smile!
Y aaaaarrrraaancan.
Como no
somos siameses, el Gus me deja atrás más pronto que tarde. Yo voy a mi ritmo.
“No entrené nada, lo hago por el gusto de hacerlo, porque tengo piernitas y un
poco de condición”, pienso para mis adentros. “Un, dos, un dos… ¡qué frío! Un,
dos, un dos… ¿por qué ahora las carreras empiezan a las 7 am. ¡Antes eran a las
8! Una hora es una hora… Un, dos, un, dos. ¡Wow, mis respetos! En silla de
ruedas y va más rápido que yo. ¿Será considerado racismo si le aplaudo? Pero le
quiero aplaudir… Un, dos, un, dos. A ver si veo al Gus de venida. Un, dos, un,
dos. ¿Será que nuestra familia será de 3, 4 o 5? Un, dos, un, dos. Bueno, en el
inter la ofrezco por la salud de mi papá, la alegría de mi mamá, la realización
de mi hermano, la felicidad de mi cuñada, la salud de mi suegra, la plenitud de
mi suegro, la paz de mi segunda suegra, y el gozo de todos sus perrijos: el
Max, la Bola, la Motza, el Mateo. Un, dos, un, dos. Creo que neta sí vengo
súper lento, ¿qué pex?... Pues ni pex. Un, dos, un, dos”.
Veo la
meta. Me apresuro pero un gordito que viene caminando –literal– impide mi
entrada triunfal. Me tengo que desviar para no llegarle como carro por atrás.
“Assshhh”, me dan ganas de susurrarle, pero no me sentiría bien de agredirlo.
Después de todo, la onda de las carreras es ser buena vibra. ¡Ya ni modo! Pero
vean qué chafa mi foto de la llegada, ¡ni me veo! #aípalaotra
El Gusi y
yo habíamos quedado de vernos al pie de la luna que está en la explanada. No
hay acceso, pero nos reencontramos muy cerquita d ahí. Meeting point! “¡¿Cómo te fue, amor?!” Ya saben, cursis y
enamorados, intercambiamos experiencias. Selfie por aquí, selfie por acá, ¡y váaamonos!
Está aaatttasscaaado de gente, y como nos engentamos fácilmente, decidimos
irnos a casa. ¿La rifa? ¡Ñaaa! ¡Hace sueño!
Después
de nuestra rigurosa foto del recuerdo (para la cual yo traía otros $50 pesos),
tomamos el metro. Cof, cof, cof. “Auch, mi pecho”, expreso –o bueno, me quejo
más bien). Rico baño calientito, deli desayuno calientito, camita con cobijas
calientitas, ¡mmm! Can’t wait! Se me
cierran los ojitos, pero la tos no cede. ¡Qué lata!
La
historia terminó en una inyección una semana después. El diagnóstico:
enfriamiento en las vías respiratorias. ¡Buh! Pero bueno, eso y unas pastillas,
según yo ya estoy del otro lado. Lo único malo es que el sábado no pude correr los
6K del Split de Adidas, ¡qué pena mi caso! Pero primero la salud, ahora –a mis
32– lo entiendo y lo procuro a toooda costa.
Agradezco a Dios la oportunidad de correr, pero más aún de poder hacerlo de la mano (figurativamente) del hombre que amo y adoro, y que es perfecto para mí. ¡Gracias, Gusi, porque juntos somos in-ven-ci-bles!, y vamos por más :) ¡Mucho más!
Agradezco a Dios la oportunidad de correr, pero más aún de poder hacerlo de la mano (figurativamente) del hombre que amo y adoro, y que es perfecto para mí. ¡Gracias, Gusi, porque juntos somos in-ven-ci-bles!, y vamos por más :) ¡Mucho más!
No hay comentarios:
Publicar un comentario