Siempre he creído que “todo depende del cristal con que se
ve”. Algo puede parecer muy malo, pero cuando estamos abiertos (de mente y
corazón), quizá podamos ver más allá y encontrar algo positivo. En mi opinión,
cada quien escoge qué lentes se pone y entonces ver el vaso medio lleno… o
medio vacío.
La verdad tuve infinidad de pretextos para no participar en
la 11va carrera 10K de Sport City, pero también encontré muchas razones por las
que sí. Les narro mi experiencia (warning:
me inspiré, pero tómenselo con calma, espero que no tengan prisa).
Dormí pésimo. Me acosté a las 11 pm y mi mente no se callaba.
Luego me dio mucho calor. Después empecé a sentir un dolor a un costado de la
panza y no hallaba cómo acomodarme porque no me decidía si darme un
masaje con el colchón o al revés, dejar el dolor del otro lado. Abrí la puerta
por el calor. Se metió un mosquito y paseaba cerca de mi oreja. Me di como dos
o tres manotazos (auch!) hasta que decidí prender mi Rainmate. Mi mente no se
callaba. A las 2:30 am se prendió mi celular. La verdad como que me asusté, pero
no era nada: sólo avisaba que ya estaba 100% cargado (qué detalle). A esa hora
pensé que sería bueno sacar el ventilador que compré hace tres meses y que por
desidiosa no había conectado. ¿Por qué no? Todavía era buen tiempo (digamos que
si hubieran sido 5:30 no lo hubiera hecho). Así que prendí una lucesita,
enchufé mi ventilador y ahora sí, dormí como reina… a las 3 am.
Pretexto 2: escuchar el despertador a las 6 am en domingo
(de hecho ningún día) es algo que me guste. Soy de MUY buen dormir, es una de
mis actividades favoritas, jeje. Pero bueno, después de picarle Snooze dos
veces, me levanté. Como que oía algo, pero pensé que era la lavadora (cada
quien sus mañas, y como yo vivo con más personas…). Cuál va siendo mi sorpresa
al ver que estaba lloviendo, ¡pero lloviendo! Osea no se imaginen que estaba
chispitiando, no. Entonces bueno, lo tomé como una señal de que debo volver a
la cama. Y yo hago mucho caso de las señales…
A las 6:30 recibo un mensaje de una amiga que también
correría, que ya estaba súper estacionada, casi que calentando en su carro. Y
yo, en pijamas. Finalmente decido, por si las dudas, arreglarme. Mis dos
trenzas à la Frida Kahlo rigurosas, y yo, en mi afán de predicar con el ejemplo
(FYI: soy editora de belleza de una súper revista), me hago un delineado súper
chulo en mis ojazos más cerrados que abiertos. En verde acqua para que combine
con la sudadera. Estoy lista.
A las 7, prodigiosamente, deja de llover. Otra señal, pienso
yo, para sí correr. Voy a la cicloestación que está atrás de mi casa, cojo la
bici (siempre asignan la más lejana, ¿por qué será?) y allá voy. Total, me
digo, seguro la carrera empezará retrasada. Finalmente llego al Museo de
Antropología (donde era la Salida) ¡y llena la cicloestación! Búscate otra y
entérate de que esto sí empezó puntual. Qué estrés. Pero hora de practicar tanta
clase de Kabbalah… ¡Autocontrol y sonríe!
Una cosa que noto: estoy más ciega que un murciélago.
Literal, de lejos, lo confieso, veo puras manchitas de colores. Así que ahí
voy, pregunte y pregunte cada 2 metros a algún cristiano si ha visto una cicloestación.
Hasta que un vendedor me dice que “ahí enfrente”… ¡Ah, pues mire! Y ahí sí hay
lugar.
Cabe resaltar que debido al piso de (la calle de) Horacio mojado, la
bici se me resbaló. Bendito Dios que tengo buenos reflejos, pero tampoco me
confío (debería usar casco, I know)… Me repongo del susto, me checo que todo
esté bien (ya saben, luego se me rompen los pants en caídas de ese tipo) y pues
nada. Sigo en la aventura, pero con más precaución. Yo y mis señales.
Cuando estoy dejando la bici, dan el banderazo para los de
5K (yo iba por los 10, que ya habían arrancado) y yo nomás no veía una puertita
a la pista (osea Reforma). Entonces le digo a un señor que si me ayuda a
brincarme la barda, y él muy buena gente, me carga. Ahora sí. Empiezo a correr.
Y con el debido respeto que me merecen, ¿qué onda con el ritmo de los de 5K?
Los rebaso sin problemas (ay, sí, cálmate, fitipaldi). Como iTunes me cambió la jugada (o actualizó su modus operandis) no pude hacer mi playlist, lo que además, ok, dejé para el último minuto. Anyways. Como puedo le voy a cambiando a la música porque las baladas poperas como que no aplican para este fin de motivar y apurar el paso. De repente dejo de oír, me toqueteo la cintura… y tómala, ¡se me cayó el iPod!
Me paro como caballo, me doy la vuelta, una señora me ofende, pido disculpas y como puedo busco mi gadget entre las piernitas de la gente. ¡Lo veo! Ahora pienso que aunque es algo muy valioso para mí, no tiene name tag. Le debo pegar un sticker por ahí que diga mi nombre y mi cel en caso de que se pierda. Bueno, me escabullo, lo agarro, me lo acomodo (ahora hacia la piel para evitar futuros incidentes) y sigo. Somos un chorro de gente. ¿De cuándo acá todos tan deporteístas? Jajaja, #nosotrosmuybien.
A los 5K hay una división: ellos se siguen y los 10K a la
derecha. Veo a los corredores venir de regreso, pero pienso “equis, en 10
minutos los alcanzo” ¡Ay, ajá. Bendita ignorancia! Nomás les digo que yo iba en
el 3 y ellos en el 7. Si lo hubiera sabido, chance y aplicaba “la Madrazo”. OK,
no, pero hubiera sido una gran tentación. No está cool salir tan retrasado
(pero yo no sabía, veeen, blissful ignorance).
Cuando volteo, me doy cuenta que somos como 10 las ovejas desperdigadas (o impuntuales, como se quiera ver). Ahí medio que nos vamos haciendo compañía, pero unos se adelantan y otros se atrasan. Como es la vida, en los pedacitos más complicados (las subidas pues) siempre tengo a alguien a mi lado. Otra señal, pienso yo, para no rendirme o aflojar el paso.
Total en el Bosque de Chapultepec, bello como es, no sabía
si reír o llorar. Mejor opté por lo primero pero sí me agarró la angustia de
que me saliera un juanete por correr con los pies taaaan mojados, literal,
empapados. Además si la gota de sudor en el ojo ya es incómoda, ¡agréguenle con
delineador! Not nice. Otro
pensamiento que pasaba por mi mente era: Diosito, está cool que riegues tus
plantas, tú sabes que estoy a favor, pero ¿no lo podías hacer más tardecito?
Onda a las 2 de la tarde… o 3. Los de
Paseo a Ciegas no van a ir a la bici.Cuando volteo, me doy cuenta que somos como 10 las ovejas desperdigadas (o impuntuales, como se quiera ver). Ahí medio que nos vamos haciendo compañía, pero unos se adelantan y otros se atrasan. Como es la vida, en los pedacitos más complicados (las subidas pues) siempre tengo a alguien a mi lado. Otra señal, pienso yo, para no rendirme o aflojar el paso.
En el kilómetro Toyota (creo que era el 8) hay unos arlequines que me echan porras como si fuera Bianca Bolt. Traen una súper fiesta y yo me uno. Aplaudo y medio bailo, pero me sigo.
Shit! Ya no hay nadie, ¿y ahora para dónde? Pregunto y un
corredor que viene de regreso me orienta “todo derecho y en Reforma a la
derecha”. #nooot Era en Reforma a la izquierda, pero equis. A lo mejor me quiso
decir que era para su derecha, que es mi izquierda, y no capté.
Finalmente llego a la meta. No ensopada… ¡lo que le sigue! Lo un poco cruel del asunto es que los organizadores están a dos de cerrar el changarro.
Me toca una playera XXL (buen detalle, permítanme
reconocer), pero curioso porque ayer que fui a recoger mi paquete sólo quedaban
XS. En fin.Finalmente llego a la meta. No ensopada… ¡lo que le sigue! Lo un poco cruel del asunto es que los organizadores están a dos de cerrar el changarro.
Agarro de todo: Gatorade, mi bolsita de recuperación (plátano, naranja y agua) ¡y mi medalla! Los chicos aplauden, gritan, ¡muy emocionados! y yo subo los brazos como si estuviera ganando quién sabe qué. Nos reímos todos. Lo padre de estas carreras es la buena vibra. Las endorfinas hacen muy bien su trabajo.
Después me tomo la foto del recuerdo. Han de saber que
siempre llevo 50 pesos para este fin desde que mi mamá no me acompaña (porque
una vez batallamos para encontrarnos y desde entonces me abandonó). Nada más
que por la lluvia se imprime medio raro… medio mal, más bien. Así que me hace
“un descuento” de 10 pesos (na nais, cuestan 40, pero bueno, su esposa lo echó
de cabeza y me tuvo que cobrar lo justo). Intento marcarle a mi amiga y una voz
grabada muy amable, cortesía de Telcel, me dice que mi número está suspendido.
¡Ah, caray! ¿Te cae?, ¿desde cuándo?
Total, según yo me estiro (algo que siempre se me olvida y
luego lamento) y me como mi plátano. En el inter le pido a un muchacho que le
mande mensaje a mi amiga diciéndole que la espero en donde dice “Guardarropa”.
Mi amiga me contesta que ya se fue porque, al igual que todos, acabó hecha una
sopa y le urge bañarse porque corre medio maratón el próximo fin. ¡Ya no la vi!
Un fuerte buh. Pero bueno, ya nos tomaremos un café. Por ahí oigo una voz de “vengan por su desayuno”, y yo muy obediente, me acerco. City Café está regalando chapatas para todos, ¡yummy! Agarro una, luego me dan un agua de coco (que no se ven taaan natural; dejen la pruebo y les digo) y me sigo viendo a ver qué más dan. Ya saben que gratis hasta cachetadas, jaja, just kidding.
Me dan una dona de chocolate (¿poooor?), un kit de Jalea Real de Grisi y otra chapata (pues bueeeeno). Pregunto por el Hospitality de Toyota, que fue la marca que me pichó la carrera, pero nadie sabe dónde está, y la neta ya no estoy para investigar. Tengo empapada hasta la conciencia.
¡Ah! Del tiempo, ni me pregunten. No tengo ni idea :( Y desde que me cercenó el esternón, no uso Polar. Tendré que comprar algún gadget más sofisticado que me mida los tiempos... Sheldon Cooper me regañaría por correr como conejo...
A como puedo llego a la Cicloestación de Rubén Darío, acomodo
todos mis regalitos en la “canastilla invisible” y me arranco. Me tengo que
parar cuatro veces a reacomodar mis cosas, pero finalmente llego a la estación
de mi casa y sin mentir, no siento ni manos ni pies. Ok, this is sooooo not cool.
Entro a mi cuarto dejando afuera tenis y
calcetines para no ensuciar la alfombra (como si los pants no estuvieran
empapadérrimos, pero ni modo de que me encuere, ¿verdad?). Tomo un baño. No
siento nada. Las manos las tengo demasiado frías, los pies también, pero el
pelo me escurre y eso me da más frío. ¡Qué rico es bañarse con agua calientita!
Bendita la persona que inventó el boiler.
Y nada. Me pongo escribir que es otra de las cosas que más
disfruto en la vida. Igual y ya los aburrí, pero lo más importante está por
venir. ¿Por qué correr? ¿No era más fácil decir: “gooeeeeyyyy, está lloviendo, ¡regresa a esa cama calientita ahora mismo!, total, cuerpazo ya tienes (jajaja)”?
Fuera de broma, aquí les van las 10 razones que encontré para levantarme:
1)
Porque para correr la respiración es básica y yo
tengo que agradecer que puedo hacerlo perfecto, sin ayuda de ningún aparato ni
nada por el estilo.
2)
Porque mi papá moriría de ganas de hacerlo, y
por una enfermedad y una mala operación ya ni caminar bien puede, así que es mi
manera de honrarlo.
3)
Porque tengo piernas, y aunque se dice fácil y
“es normal”, hay miles de gentes que darían todo por un par.
4)
Porque tengo un excelente motivo por el cual
ofrecer esta carrera. Alguien que me encanta, me motiva, que me hace querer crecer y ser
mejor.
5)
Porque Toyota me regaló la cortesía y yo valoro
mucho este tipo de obsequios (también los zapatos, las bolsas, la ropa y así,
pero los detalles no tangibles me dan otro placer, como decía un conferencista,
son las experiencias las que no se olvidan, no los objetos –al menos no todos).
6)
Porque la experiencia de correr con 7 mil personas
(más/menos) es increíble, y es otro plus de vivir en una ciudad como el DF.
7)
Porque además de rezar, es la mejor forma que
encuentro –y que me cuesta– para darle gracias a Dios por todas las bendiciones
que me ha dado: salud, familia, trabajo, amigas, casa, fe,
dinero, viajes… ¡ y tantas más!
8)
Porque hacer ejercicio es algo que me hace
feliz, me encanta, me fascina, y hacerlo bajo la lluvia, aunque es una friega a
nivel técnica, es delicioso. Esa sensación de voltear la cara hacia el cielo y
casi poderte tomar las gotitas de lluvia es lo máximo. Claro que como dice
Barney, si fueran de chocolate estaría mejor.
9)
Porque como todo en la vida, lo que vale la pena
no es fácil. Tenemos que ganárnoslo. A mí esa medalla me va a recordar que ese
día me levanté (aunque lo que quería era dormir), me rifé, corrí,
llegué, me empapé, y si Dios quiere, que no me enfermé porque tengo unas
defensas muy cañonas (decretando en todo momento).
10) Porque qué oso que me prepare tanto para algo y que por situaciones externas, no lo haga. Lo que yo
aprendí hoy es que a veces las cosas no salen como queremos (yo hubiera querido
que estuviera soleado, por ejemplo), pero tenemos que adaptarnos, ser flexibles
y sacar lo mejor de cada situación. Hay cosas que dependen de nosotros
(despertarnos, correr o no), pero hay otras sobre las cuales sólo tenemos la
opción de reaccionar con su debida jeta o de ser propositivos. En mi
experiencia, es mucho mejor la segunda opción porque le sacamos, o al menos
intentamos, la mayor cantidad de jugo posible a los limones que nos tocaron
para hacer esta limonada que es nuestra vida #decadaquiendepende.
11) EL PILÓN: Porque me rayaría
que casada con hijos corriera con mi esposo; que él fuera empujando la carreola
y yo con el perro (por cuestiones de peso, no por otra cosa). Eso sí, tendría
que ser un perrito fit porque mi pequeño Max (es un basset hound) yo creo que
al km. 3 se desmaya y cargarlo como que no es opción (está un poco pesado).
Namasté (con dedicatoria para mi maestro de yoga, que dijo en la clase que yo iba a representar al grupo en esta carrera, jijiji).
Namasté (con dedicatoria para mi maestro de yoga, que dijo en la clase que yo iba a representar al grupo en esta carrera, jijiji).
Con mi medalla :) |
Me conmovieron mucho varias de tus razones!
ResponderEliminarGracias amiga!!!
ResponderEliminarSin duda alguna, esta "opinión" te define...
ResponderEliminarMe define, sí, de cierta manera. Pero soy como un diamante –con muchas facetas o lados :)
ResponderEliminarExacto! Igual que los diamantes que iluminan en todas direcciones y con una vasta gama de colores ;)
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