domingo, 16 de junio de 2013

Man of Steel (El Hombre de Acero) SUPERMAN pa’ los cuates



Lo que + me gustó de esta peli:

1. OMG! Henry Cavill. ¡Es literalmente un dios griego! Seriously. El hombre es p-e-r-f-e-c-t-o. Me fascina, me declaro su fan. No tenía el gusto, pero realmente fue un agasajo para mis ojitos verlo de ese tamaño (de la megapantalla) por más de 2 horas. No hay palabras para describir lo bien que se ve en cada escena. ¡Hasta era una distracción! El J me tenía que explicar las escenas otra vez –jaja #puppylove #heavylustcrush 

2. El bullying. WTF con la gente enfadosa? Yo, en honor a la verdad, nunca fui objeto de bullying, pero tampoco nunca bullié (¿existe esa palabra? I’m not sure is a verb yet). Mi pregunta es: ¿qué ven o viven esos niños en sus casas para actuar así? y ¿cómo podemos combatirlo? Sé que ya hay muchos libros sobre el tema y que se están tratando de tomar cartas en el asunto, pero es que de verdad, ¡pobre gente la que lo sufre! Sobre todo porque cuando estás tan chiquito no sabes diferenciar cuando alguien te molesta por envidia, por celos o neta nada más por enfadar, para ocultar alguna inseguridad o insatisfacción en su vida. Sea como sea, NOT cool.

3. El papá que da la vida… por el perro. Yo tengo que amenazar a mi papayo al respecto porque al rato no vaya a ser que se le ocurra imitar al papá humano de Clark (Jonathan) y dé la vida por el Max o la Bola. Digo, sí, adoro a los perritos, ¡pero vamos! Si ponemos en una balanza: Animalito, persona… animalito, persona… ¿Pues persona, no? Repito: AMO a los animales, y yo también hubiera ido a rescatar a mi mascota, obvio… Pero entonces CLARO que hubiera dejado que mi hijo me rescatara. 
OK, me voy a quedar con el mensaje oculto: la coherencia y el amor protector hacia su hijo. El papá prefiere sacrificar su vida a que la gente se entere que Clark no es de este mundo. Mucho mejor… Me funciona más así. Lo otro como que nomás no me checaba.

4. El miedo. Con frecuencia en muchos lados a los que voy o cursos que tomo escucho sobre la opción que se nos ofrece todo el tiempo de elegir actuar con base en el amor o en el miedo, con mentalidad de carencia o abundancia. Yo sé que hay miedos que tienen su razón de ser, pero también pienso que somos lo suficientemente inteligentes para verlos, analizarlos y (con mucha ayuda divina y humana) vencerlos. Entonces, pues sorry, pero no estoy de acuerdo con la mentalidad de Jonathan Kent, de dejar de hacer las cosas que sabemos que debemos y que podemos porque “qué miedo la reacción de los demás”. Di NO al qué dirán.

5. La profesión de periodista. ¡Yo me quiero ganar un Pulitzer! (pero primero tengo que investigar qué tengo que hacer, jeje). Qué cool amar tanto tu profesión; que seas súper buena y te lo valoren (no por motivos de ego, sino de estímulo). Además, es cierto, este mundo (FYI: trabajo en una revista) te permite tener acceso a gente y situaciones que de otra forma no habría manera. Así que me considero muy afortunada de pertenecer a este gremio y de paso agradezco a todos mis maestros del periódico Reforma. Los recuerdo con mucho cariño, respeto y admiración. También a mi jefa de Caras y a la que tengo ahorita, ¡verdaderas periodistas!, dignas de toda mi admiración y reconocimiento. Tengo mucho que aprender.

6. La tecnología. Los encargados de los efectos especiales merecen un altar… bueno, ok, un Oscar. Mínimo. Está cañón #impressed.

7.  El mensaje ecológico de Krypton. Se supone –si mal no entendí– que el planeta explota porque algo le hicieron al núcleo, ¿no? Bueno, pues yo les digo que si los humanos le seguimos dando con todo a la Tierra, le va a pasar lo mismo que a Krypton, ¡y todos nos vamos a morir junto con ella!, así que mejor hay que cuidarla. Tengamos conciencia, please!!!! También urge más educación al respecto. Yo a veces quiero ser más verde y no se crean que sé cómo… Así que autoridades (o quien sepa al respecto), ¡a ponerse las pilas! Tenemos que decirle stop a tanta avaricia y soberbia.

8. El amor. Shalala-laláaaa. ¡Oh, sí! El amor de pareja. Entre Lois (así se escribe, lo googlée) y Superman (qué padre que la ‘S’ signifique ‘Esperanza’, ¿no? Me encantó el detalle). Pues qué afortunados, jaja #laArdida. ¡No, para nada! Qué bueno porque siento que, como dice San Pablo, “el amor hace nuevas todas las cosas”. Y no hay estado más cool que estar enamorado. Lástima que cueste tanto trabajo encontrar de quién. Ok, I gotta stop, me estoy proyectando…  

9. Las preguntas que todos nos hacemos (o ‘deberíamos’ de). Y que le hace Clark a su papá biológico: ¿de dónde vengo? y ¿a dónde voy? ¡Ah!, y él “¿por qué me mandaron solito?” Pregunta por cierto que no le contesta a mi entera satisfacción, pero bueno. La verdad, muy admirable que sea por una razón tan noble que salvan a Kal-El: para que sea libre de decidir y cumplir su propia misión de vida y no la impuesta por la sociedad. Acabo de escuchar en el radio un comercial que más o menos tiene que ver con esto de respetar la vocación de cada quien, y estoy 100% de acuerdo #¡aFavor!

10. La casa destruida. Nadie está diciendo que esté padre ni que no duela ni pese, pero las cosas materiales al final son sólo eso, y aunque nos haya costado trabajo conseguirlas, todo es sustituible y reemplazable. Lo único que no somos las personas y las experiencias que vivimos con ellas. Así que amé que Martha Kent (la mamá humana de Superman) entra a su casa ¡y busca los álbumes! Me identifiqué cañón. No que me haya pasado lo mismo, gracias a Dios, pero me refiero a que para mí las fotos son lo máximo. Antes me tomaba más y hacía mis álbumes bien padres. Desde que existen las cámaras digitales y Facebook me malacostumbré, pero me encanta que Hollwood (porque también se ve en Ironman) esté dando este tipo de mensajes, de que al final las cosas se quedan aquí, no nos llevamos nada y lo que le da significado a las cosas, al final del día, somos las personas; el objeto en sí mismo puede estar increíble, pero ¿y luego? No es como que nos va a ser felices, ¿verdad? ¡Muy bien por los filmes que promueven los valores!  

pd. ¡quiero un poster gigante de Henry en mi cabecera! #likeateenager

lunes, 10 de junio de 2013

After Earth (Después de la Tierra)


SPOILER ALERT!!!

OMG! Qué bonita película. Aplausos para la familia Smith #standingovation: la historia es de Will, la estrella es él y su hijo Jaden (a quien ya habíamos visto en “The persuit of happyness”, otra graaaaan película que me hace berrear), y los productores son (otra vez) él, su esposa Jada Pinkett y el que yo creo ha de ser su cuñado, Caleeb Pinkett.

Esta peli la fui a ver por recomendación de mi papá y se lo agradezco porque de verdad me fascinó. Lloré como Magdalena a partir de la escena del águila. OMG! Eso sí que es instinto materno, me partió el alma, y me hizo recordar la frase de la Biblia que dice: nadie tiene amor más grande que aquél que da la vida por sus amigos, que en este caso sería más bien por sus hijos –tanto naturales (las aguilitas bebés, que se veían súper tiernas) como ‘adoptados’ (Kitai). Fue mi escena favorita. También por el hecho de que Kitai le agradeciera; ese detalle estuvo muy padre.

La relación padre-hijo me impresionó demasiado. El papá súper frío, como alejado, cero cariñoso, pero al mismo tiempo tratando de ser buen padre (después de todo nadie la quiere regar a propósito). El hijo buscando todo el tiempo su aprobación, tratando de agradarlo… Me encantó que lo admira y quiere ser como él, y se impresiona cuando ve que un soldado le agradece haberle salvado la vida y se para con todo el trabajo del mundo para saludarlo como se debe. ¡Y como su padre lo hace con él al final! Bueeeeno, de verdad no podía parar de llorar. Me conmovió muchísimo esa escena.

Otra escena que me rayó es cuando Kitai le pregunta a su padre, el general non plus ultra Cypher Raige, cómo le hizo para que la Ursa no lo detectara, es decir, cómo logró vencer el miedo y hacerse invisible. Y lo que le contesta, ¡wow! Para los que saben, no me dejarán mentir que es 100% Kabbalah lo que dice: que el miedo es una decisión, una emoción que se controla si se cambia la conciencia, un sentimiento que no tiene bases porque usualmente aquello a lo que tememos ni siquiera tiene posibilidades reales de ocurrir. Todo está en la mente, en la imaginación, y por lo mismo, nosotros tenemos el poder de cambiarlo. Porque contrario a lo que hemos creído durante mucho tiempo, es el alma y la conciencia las que tienen poder sobre la mente y el cuerpo, y no al revés. Así que cuando Kitai vence el miedo y la Ursa no lo ve, ¡se me enchinó la piel!

Otro aspecto acerca de esto es la importancia de platicar de cosas importantes en una relación. No digo que con el barista del café nos pongamos a filosofar (¡qué flojera, tampoco!, todos los extremos son malos), pero con una buena amiga, el novio, nuestros papás, es importante hablar de temas profundos, que si bien a veces no son cómodos o fáciles de compartir porque ‘tocan fibras’, pues hacen la relación mucho más fuerte, y con un poco de suerte y apertura, las experiencias ajenas nos pueden ser de utilidad en el momento menos pensado. Yo recuerdo a una pareja con la que me fui a cenar, cuya boda era en menos de un mes, y ella no sabía la religión de él… WTF!? ¿Cómo andas cuatro años y te comprometes a formar una familia con alguien que no tienes idea en qué o en quién cree?, ¿qué valores lo rigen? No digo que sea pecado que no crea en nada o que crea en John Smith (a mí qué, finalmente), ¡pero vamos!, hay que interesarnos por la vida de los que más queremos, preguntarles sobre los highlights de sus vidas, cómo lograron tal o cual éxito, que sintieron cuando tuvieron tal o cual fracaso. ¡Hace toda la diferencia! Y les digo que cuesta porque yo puedo contar con los dedos de las manos las veces que he tenido conversaciones así con mis papás, pero es lo más enriquecedor y memorable. Nada más que ciertamente es mostrar cierta vulnerabilidad, que a veces no queremos que vean (menos viniendo de nosotros hacia ellos, pero también al revés). Así que la conversación que sostienen padre e hijo mientras éste descansa es mi segunda escena favorita. Y cuando vence el miedo y mata a la Ursa, la tercera.

Otro mensaje que me encantó es que neta o le paramos a tanta destrucción o de verdad los animales y las plantitas van a evolucionar para echarnos del planeta. ¿Qué onda con nuestra ambición, avaricia, afán de destrucción? ¿Cuándo nos volvimos tan soberbios de creer que somos dueños la Tierra y todo lo que en ella habita? ¿En qué momento nos desubicamos a tal grado? Creo que tener inteligencia, libertad y voluntad (a diferencia de los demás seres vivos) no es una razón válida para matar sin ton ni son. Estoy 100% de acuerdo en la cadena alimenticia (o alimentaria, como se diga), pero a veces exageramos. Es tanto el deseo de consumir, de desechar, de tener en exceso, que yo creo que, de verdad, o cambiamos de chip o la Naturaleza nos la va a cobrar (si es que no lo está haciendo ya) muy caro. Nos tenemos que ubicar, y mientras más pronto, mejor.

¡Ah! Otra cosa que me encantó: cada vez que Kitai se ponía ansioso, la orden del papá era “Take a knee”. WWOOWW. Miren, yo hace ya tiempo que hago yoga, y la verdad primero tomaba la clase porque estiraba y me servía para no perder flexibilidad. Pero poco a poco empecé a notar que era ya una ‘necesidad’: para conectarme, para darme ese espacio de tranquilidad, para realmente contactarme, agradecer y vivir el aquí y el ahora, sin que nada me turbe, como dice la Virgen. Porque lo que pasó, pasó y lo que va a pasar, va a pasar. Lo único que tenemos es el presente. Es el máximo regalo y lo que realmente existe, y a veces lo desperdiciamos de una manera, que bueeeno… Entonces me pareció increíble que cuando el corazón se agita y la emoción está a 1000, tenemos que plantarnos sobre la tierra y tomar conciencia para analizar bien el paso que sigue. Neta qué lección, está cañón. Creo que nuestra vida sería muuuuy diferente si hiciéramos esto en momentos de tensión, ansiedad, hartazgo, preocupación, tristeza o soledad. Take a knee and a deep breath, and we will see everything more clearly.

¿Y qué tal escena en la que se le aparece la hermana muerta? Está muy cañón. Al director, M. Night Shyamalan, como que por ahí le da, ¡y me encanta! porque creo que es 100% cierto que podemos platicar con los que ya se nos adelantaron a través de los sueños. A mí en lo personal no me ha pasado, pero conozco personas que lo han vivido ¡y está cañón! Me acuerdo que una vez le dije a mi papá que qué iba a ser (yo) cuando se muriera… ¿Quién me iba a aconsejar, a orientar, a jalar las orejas?, y me contestó: “yo, a través de tus sueños, pero cuando me necesites, me vas a oír, te lo aseguro”.  Sea como sea, lo tengo amenazado de que no se puede morir hasta que me case #jaja. 

¡Se me olvidaba!: ¿Qué tal cuando Kitai está en la cascada y le reclama al papá sobre dónde estaba cuando murió su hermana, diciéndole que él (Kitai) no es un cobarde, pero él (Cypher) sí? ¡Está en "Los Cuatro Acuerdos"! Cada quien trae su película, ve lo que quiere ver, oye lo que quiere oír. A lo mejor no tenía nada que ver, pero Kitai se sentía culpable por no haber intentado siquiera salvar a su hermana; Cypher también tiene culpa, pero no sabía cómo expresarla; tiene mucho dolor, impotencia, pero no ha logrado comunicarla de forma asertiva. Entonces cada quien trae su película, y en un momento de tensión, ¡pum!, truena la bomba. Por eso dicen que hay que platicar cada pleito o ‘diferencia’… para que no se junten y un día nomás explote y se acabe la relación (de lo que sea: amistad, noviazgo, matrimonio, o de negocios). Easier said than done, pero creo que es algo que valdría la pena intentar. Aclarar, hablar claramente, ser auténticos sin querer fingir ser alguien más que no somos. Y aprender a hacerlo, claro está, porque es obvio que no nacemos sabiendo cómo comunicarnos.

Finalmente, pero no menos importante, el papel de la mamá. Yo espero con todo mi ser poder vivir la bendición de la maternidad y espero poder ser esa semilla de amor en mi familia. Creo que nadie tiene nuestra sensibilidad, intuición, preocupación... Mi mamá, por ejemplo, está gruesa. En la movie, me encanta que Faia apoya a su esposo, pero que con todo el cariño del mundo le dice: “yo estoy bien, aquí estoy y te amo... Al que tienes que atender es a tu hijo, que no halla la puerta de cómo acercarse a ti”. Cero lo regaña, ni lo hace ver como “¡Aish!, eres un mal padre que hace sentir mal a nuestro hijo, ¡tarado!”. ¡No! Tiene un súper tacto (mis respetos) y como buena e inteligente mujer, logra su objetivo #asusual.

Espero que la hayan visto porque si no ya se las platiqué toda (que conste que avisé), pero si no la han visto, anímense. Son 100 minutos muy bien invertidos. 

domingo, 9 de junio de 2013

11va Carrera Sport City

Después de la tormenta viene la calma o, el día de hoy, yo diría: después de la carrera viene la cama.

Siempre he creído que “todo depende del cristal con que se ve”. Algo puede parecer muy malo, pero cuando estamos abiertos (de mente y corazón), quizá podamos ver más allá y encontrar algo positivo. En mi opinión, cada quien escoge qué lentes se pone y entonces ver el vaso medio lleno… o medio vacío.
La verdad tuve infinidad de pretextos para no participar en la 11va carrera 10K de Sport City, pero también encontré muchas razones por las que sí. Les narro mi experiencia (warning: me inspiré, pero tómenselo con calma, espero que no tengan prisa).


Dormí pésimo. Me acosté a las 11 pm y mi mente no se callaba. Luego me dio mucho calor. Después empecé a sentir un dolor a un costado de la panza y no hallaba cómo acomodarme porque no me decidía si darme un masaje con el colchón o al revés, dejar el dolor del otro lado. Abrí la puerta por el calor. Se metió un mosquito y paseaba cerca de mi oreja. Me di como dos o tres manotazos (auch!) hasta que decidí prender mi Rainmate. Mi mente no se callaba. A las 2:30 am se prendió mi celular. La verdad como que me asusté, pero no era nada: sólo avisaba que ya estaba 100% cargado (qué detalle). A esa hora pensé que sería bueno sacar el ventilador que compré hace tres meses y que por desidiosa no había conectado. ¿Por qué no? Todavía era buen tiempo (digamos que si hubieran sido 5:30 no lo hubiera hecho). Así que prendí una lucesita, enchufé mi ventilador y ahora sí, dormí como reina… a las 3 am.
Pretexto 2: escuchar el despertador a las 6 am en domingo (de hecho ningún día) es algo que me guste. Soy de MUY buen dormir, es una de mis actividades favoritas, jeje. Pero bueno, después de picarle Snooze dos veces, me levanté. Como que oía algo, pero pensé que era la lavadora (cada quien sus mañas, y como yo vivo con más personas…). Cuál va siendo mi sorpresa al ver que estaba lloviendo, ¡pero lloviendo! Osea no se imaginen que estaba chispitiando, no. Entonces bueno, lo tomé como una señal de que debo volver a la cama. Y yo hago mucho caso de las señales…
A las 6:30 recibo un mensaje de una amiga que también correría, que ya estaba súper estacionada, casi que calentando en su carro. Y yo, en pijamas. Finalmente decido, por si las dudas, arreglarme. Mis dos trenzas à la Frida Kahlo rigurosas, y yo, en mi afán de predicar con el ejemplo (FYI: soy editora de belleza de una súper revista), me hago un delineado súper chulo en mis ojazos más cerrados que abiertos. En verde acqua para que combine con la sudadera. Estoy lista.
A las 7, prodigiosamente, deja de llover. Otra señal, pienso yo, para sí correr. Voy a la cicloestación que está atrás de mi casa, cojo la bici (siempre asignan la más lejana, ¿por qué será?) y allá voy. Total, me digo, seguro la carrera empezará retrasada. Finalmente llego al Museo de Antropología (donde era la Salida) ¡y llena la cicloestación! Búscate otra y entérate de que esto sí empezó puntual. Qué estrés. Pero hora de practicar tanta clase de Kabbalah… ¡Autocontrol y sonríe!
Una cosa que noto: estoy más ciega que un murciélago. Literal, de lejos, lo confieso, veo puras manchitas de colores. Así que ahí voy, pregunte y pregunte cada 2 metros a algún cristiano si ha visto una cicloestación. Hasta que un vendedor me dice que “ahí enfrente”… ¡Ah, pues mire! Y ahí sí hay lugar.

Cabe resaltar que debido al piso de (la calle de) Horacio mojado, la bici se me resbaló. Bendito Dios que tengo buenos reflejos, pero tampoco me confío (debería usar casco, I know)… Me repongo del susto, me checo que todo esté bien (ya saben, luego se me rompen los pants en caídas de ese tipo) y pues nada. Sigo en la aventura, pero con más precaución. Yo y mis señales.
Cuando estoy dejando la bici, dan el banderazo para los de 5K (yo iba por los 10, que ya habían arrancado) y yo nomás no veía una puertita a la pista (osea Reforma). Entonces le digo a un señor que si me ayuda a brincarme la barda, y él muy buena gente, me carga. Ahora sí. Empiezo a correr. Y con el debido respeto que me merecen, ¿qué onda con el ritmo de los de 5K? Los rebaso sin problemas (ay, sí, cálmate, fitipaldi).

Como iTunes me cambió la jugada (o actualizó su modus operandis) no pude hacer mi playlist, lo que además, ok, dejé para el último minuto. Anyways. Como puedo le voy a cambiando a la música porque las baladas poperas como que no aplican para este fin de motivar y apurar el paso. De repente dejo de oír, me toqueteo la cintura… y tómala, ¡se me cayó el iPod!

Me paro como caballo, me doy la vuelta, una señora me ofende, pido disculpas y como puedo busco mi gadget entre las piernitas de la gente. ¡Lo veo! Ahora pienso que aunque es algo muy valioso para mí, no tiene name tag. Le debo pegar un sticker por ahí que diga mi nombre y mi cel en caso de que se pierda. Bueno, me escabullo, lo agarro, me lo acomodo (ahora hacia la piel para evitar futuros incidentes) y sigo. Somos un chorro de gente. ¿De cuándo acá todos tan deporteístas? Jajaja, #nosotrosmuybien.

A los 5K hay una división: ellos se siguen y los 10K a la derecha. Veo a los corredores venir de regreso, pero pienso “equis, en 10 minutos los alcanzo” ¡Ay, ajá. Bendita ignorancia! Nomás les digo que yo iba en el 3 y ellos en el 7. Si lo hubiera sabido, chance y aplicaba “la Madrazo”. OK, no, pero hubiera sido una gran tentación. No está cool salir tan retrasado (pero yo no sabía, veeen, blissful ignorance).

Cuando volteo, me doy cuenta que somos como 10 las ovejas desperdigadas (o impuntuales, como se quiera ver). Ahí medio que nos vamos haciendo compañía, pero unos se adelantan y otros se atrasan. Como es la vida, en los pedacitos más complicados (las subidas pues) siempre tengo a alguien a mi lado. Otra señal, pienso yo, para no rendirme o aflojar el paso.
Total en el Bosque de Chapultepec, bello como es, no sabía si reír o llorar. Mejor opté por lo primero pero sí me agarró la angustia de que me saliera un juanete por correr con los pies taaaan mojados, literal, empapados. Además si la gota de sudor en el ojo ya es incómoda, ¡agréguenle con delineador! Not nice. Otro pensamiento que pasaba por mi mente era: Diosito, está cool que riegues tus plantas, tú sabes que estoy a favor, pero ¿no lo podías hacer más tardecito? Onda  a las 2 de la tarde… o 3. Los de Paseo a Ciegas no van a ir a la bici.

En el kilómetro Toyota (creo que era el 8) hay unos arlequines que me echan porras como si fuera Bianca Bolt. Traen una súper fiesta y yo me uno. Aplaudo y medio bailo, pero me sigo.

Shit! Ya no hay nadie, ¿y ahora para dónde? Pregunto y un corredor que viene de regreso me orienta “todo derecho y en Reforma a la derecha”. #nooot Era en Reforma a la izquierda, pero equis. A lo mejor me quiso decir que era para su derecha, que es mi izquierda, y no capté. 

Finalmente llego a la meta. No ensopada… ¡lo que le sigue! Lo un poco cruel del asunto es que los organizadores están a dos de cerrar el changarro.
Me toca una playera XXL (buen detalle, permítanme reconocer), pero curioso porque ayer que fui a recoger mi paquete sólo quedaban XS. En fin.

Agarro de todo: Gatorade, mi bolsita de recuperación (plátano, naranja y agua) ¡y mi medalla! Los chicos aplauden, gritan, ¡muy emocionados! y yo subo los brazos como si estuviera ganando quién sabe qué. Nos reímos todos. Lo padre de estas carreras es la buena vibra. Las endorfinas hacen muy bien su trabajo.

Después me tomo la foto del recuerdo. Han de saber que siempre llevo 50 pesos para este fin desde que mi mamá no me acompaña (porque una vez batallamos para encontrarnos y desde entonces me abandonó). Nada más que por la lluvia se imprime medio raro… medio mal, más bien. Así que me hace “un descuento” de 10 pesos (na nais, cuestan 40, pero bueno, su esposa lo echó de cabeza y me tuvo que cobrar lo justo). Intento marcarle a mi amiga y una voz grabada muy amable, cortesía de Telcel, me dice que mi número está suspendido. ¡Ah, caray! ¿Te cae?, ¿desde cuándo?
Total, según yo me estiro (algo que siempre se me olvida y luego lamento) y me como mi plátano. En el inter le pido a un muchacho que le mande mensaje a mi amiga diciéndole que la espero en donde dice “Guardarropa”. Mi amiga me contesta que ya se fue porque, al igual que todos, acabó hecha una sopa y le urge bañarse porque corre medio maratón el próximo fin. ¡Ya no la vi! Un fuerte buh. Pero bueno, ya nos tomaremos un café.

Por ahí oigo una voz de “vengan por su desayuno”, y yo muy obediente, me acerco. City Café está regalando chapatas para todos, ¡yummy! Agarro una, luego me dan un agua de coco (que no se ven taaan natural; dejen la pruebo y les digo) y me sigo viendo a ver qué más dan. Ya saben que gratis hasta cachetadas, jaja, just kidding.

Me dan una dona de chocolate (¿poooor?), un kit de Jalea Real de Grisi y otra chapata (pues bueeeeno). Pregunto por el Hospitality de Toyota, que fue la marca que me pichó la carrera, pero nadie sabe dónde está, y la neta ya no estoy para investigar. Tengo empapada hasta la conciencia.

¡Ah! Del tiempo, ni me pregunten. No tengo ni idea :( Y desde que me cercenó el esternón, no uso Polar. Tendré que comprar algún gadget más sofisticado que me mida los tiempos... Sheldon Cooper me regañaría por correr como conejo...
A como puedo llego a la Cicloestación de Rubén Darío, acomodo todos mis regalitos en la “canastilla invisible” y me arranco. Me tengo que parar cuatro veces a reacomodar mis cosas, pero finalmente llego a la estación de mi casa y sin mentir, no siento ni manos ni pies. Ok, this is sooooo not cool.
Entro a mi cuarto dejando afuera tenis y calcetines para no ensuciar la alfombra (como si los pants no estuvieran empapadérrimos, pero ni modo de que me encuere, ¿verdad?). Tomo un baño. No siento nada. Las manos las tengo demasiado frías, los pies también, pero el pelo me escurre y eso me da más frío. ¡Qué rico es bañarse con agua calientita! Bendita la persona que inventó el boiler.

Y nada. Me pongo escribir que es otra de las cosas que más disfruto en la vida. Igual y ya los aburrí, pero lo más importante está por venir. ¿Por qué correr? ¿No era más fácil decir: “gooeeeeyyyy, está lloviendo, ¡regresa a esa cama calientita ahora mismo!, total, cuerpazo ya tienes (jajaja)”? Fuera de broma, aquí les van las 10 razones que encontré para levantarme:
1)    Porque para correr la respiración es básica y yo tengo que agradecer que puedo hacerlo perfecto, sin ayuda de ningún aparato ni nada por el estilo.

2)    Porque mi papá moriría de ganas de hacerlo, y por una enfermedad y una mala operación ya ni caminar bien puede, así que es mi manera de honrarlo.

3)    Porque tengo piernas, y aunque se dice fácil y “es normal”, hay miles de gentes que darían todo por un par.

4)    Porque tengo un excelente motivo por el cual ofrecer esta carrera. Alguien que me encanta, me motiva, que me hace querer crecer y ser mejor.

5)    Porque Toyota me regaló la cortesía y yo valoro mucho este tipo de obsequios (también los zapatos, las bolsas, la ropa y así, pero los detalles no tangibles me dan otro placer, como decía un conferencista, son las experiencias las que no se olvidan, no los objetos –al menos no todos).

6)    Porque la experiencia de correr con 7 mil personas (más/menos) es increíble, y es otro plus de vivir en una ciudad como el DF.

7)    Porque además de rezar, es la mejor forma que encuentro –y que me cuesta– para darle gracias a Dios por todas las bendiciones que me ha dado: salud, familia, trabajo, amigas, casa, fe, dinero, viajes… ¡ y tantas más!

8)    Porque hacer ejercicio es algo que me hace feliz, me encanta, me fascina, y hacerlo bajo la lluvia, aunque es una friega a nivel técnica, es delicioso. Esa sensación de voltear la cara hacia el cielo y casi poderte tomar las gotitas de lluvia es lo máximo. Claro que como dice Barney, si fueran de chocolate estaría mejor.

9)    Porque como todo en la vida, lo que vale la pena no es fácil. Tenemos que ganárnoslo. A mí esa medalla me va a recordar que ese día me levanté (aunque lo que quería era dormir), me rifé, corrí, llegué, me empapé, y si Dios quiere, que no me enfermé porque tengo unas defensas muy cañonas (decretando en todo momento).

10) Porque qué oso que me prepare tanto para algo y que por situaciones externas, no lo haga. Lo que yo aprendí hoy es que a veces las cosas no salen como queremos (yo hubiera querido que estuviera soleado, por ejemplo), pero tenemos que adaptarnos, ser flexibles y sacar lo mejor de cada situación. Hay cosas que dependen de nosotros (despertarnos, correr o no), pero hay otras sobre las cuales sólo tenemos la opción de reaccionar con su debida jeta o de ser propositivos. En mi experiencia, es mucho mejor la segunda opción porque le sacamos, o al menos intentamos, la mayor cantidad de jugo posible a los limones que nos tocaron para hacer esta limonada que es nuestra vida #decadaquiendepende.

11) EL PILÓN: Porque me rayaría que casada con hijos corriera con mi esposo; que él fuera empujando la carreola y yo con el perro (por cuestiones de peso, no por otra cosa). Eso sí, tendría que ser un perrito fit porque mi pequeño Max (es un basset hound) yo creo que al km. 3 se desmaya y cargarlo como que no es opción (está un poco pesado).

Namasté (con dedicatoria para mi maestro de yoga, que dijo en la clase que yo iba a representar al grupo en esta carrera, jijiji).  

Con mi medalla :)