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domingo, 3 de junio de 2012

Charlie St. Cloud (Más allá del cielo)

Si no la han visto, no lean esto… a menos que no esté en sus planes verla; entonces sí.

Siempre he pensado que los peores sentimientos del ser humano empiezan con “i”: indiferencia, impotencia, infelicidad, infidelidad. Pero la culpa también está cañona. Después del miedo, me atrevería a decir que es el segundo sentimiento más frecuente que sentimos cuando algo sale mal (o no sale como queríamos, que para nosotros casi siempre es lo mismo, aunque no sea así).

Creo que esto pasa porque solemos confiar poco en Dios. Andamos peleándonos el volante todo el tiempo, en lugar de que el chofer (osea Dios) maneje a gusto y en paz. La mayoría de las veces creemos que sabemos lo que queremos, cómo y cuándo, cuando la realidad es que no tenemos ni idea porque nuestra visión es limitada.
Esta película habla sobre la culpa y la muerte. Yo tengo la fortuna, debo decirlo, de no conocer (toco madera) el dolor que causa la pérdida de un ser querido. Mi tío Quiqui nada más, pero aunque lo adoraba, no era como que lo veía diario (vivía en San Francisco). Mi papá, mi mamá y mi hermano están vivitos y coleando (gracias a Dios), y sólo tengo una abuela, quien para acabarla me demuestra el .5% del (según yo) poco amor que me tiene. Anyways.
En la movie, el guapisisísisisisimo de Zac Efron (Charlie St. Cloud) desobedece a su madre (tíiiipico) y tiene un accidente automovilístico, en el que muere su hermano menor, Sam. OBVIAMENTE le queda una culpa del tamaño del planeta y actúa en consecuencia: pierde la beca para estudiar en Stanford, deja de velear, que era su pasión en la vida; digamos que a partir del accidente se dedica a estar muerto en vida, nada más cuidando el cementerio de la ciudad, que es donde está enterrado su hermano.
Cosa curiosa es que lo ve todos los días. Dios le da ese ¿don? y diariamente practican beisbol porque es un acuerdo al que llegan después de prometerse que nunca se olvidarán uno del otro. Así pasan muuuucho años, muchos. Hasta que Charlie encuentra el amor y falla una tarde a la cita con su hermano. Entonces éste se entristece, bueno, de hecho los dos lloran, pero me asombró mucho que es hasta ese momento que Sam ve la luz y se va al cielo.  
Es decir, mientras Charlie tuvo culpa y no soltaba (del verbo “let go”), su hermanito seguía “atado” a la Tierra. No podía trascender. Cuando Charlie, por voluntad y un poco también las circunstancias, lo deja ir, Sam se libera y hasta lo ayuda con una tarea importantísima. Es decir, le es más “útil” allá que aquí.
El mensaje, según entendí, es que por más que nos pese, nos duela y nos lastime, tenemos que “dejar ir”. Repito, a mí no se me ha muerto nadie, por lo tanto quizá haya alguien que no esté de acuerdo. Me imagino y sé por experiencias ajenas que es difícil, complicado, duro, que cuesta mucho trabajo, que requiere voluntad, que hay días que parece imposible, pero me parece que entre aferrarse y fluir, en la segunda opción hay mucho más amor. En la primera hay miedo, culpa, coraje, duda… En la segunda hay confianza, gratitud, fe, esperanza y amor.
*** Sólo quiero aclarar que fluir no significa olvidar. Claro está que nadie se va a olvidar JAMÁS, así pasen 50 años, de su mamá, de su papá o de su herman@. A lo que me refiero es a verdaderamente creer que esa personita está en un lugar mucho mejor y que desde allá nos bendice y ayuda, y que intercede por nosotros toooodo el tiempo.
Otro mensaje fue cuando Charlie se topa con el paramédico que le salvó la vida años antes. Es mucha la tristeza de éste cuando se da cuenta que Charlie no ha hecho nada con su vida, que se la ha pasado lamentándose, estancado… Y le dice “tú no te moriste y por algo fue así”. Pero Charlie dice “pues como si me hubiera muerto”. La falta de fe es canija...
La cosa es que cuando el paramédico se muere (de cáncer), le hereda su medallita de San Judas Tadeo. Y es la medalla la que en parte ayuda a Charlie a encontrarle nuevamente sentido a la vida. En este caso está representado en el amor a Tess, una chava que se encuentra entre la vida y la muerte. Él decide (afortunadamente) apostarle a salvar a alguien vivo a seguir la relación con un muerto (con todo y que es su hermano), que al final del día estará mejor “del otro lado”.
Eso es lo importante, creo. Aprender a confiar, a dejar ir, a fluir, a aceptar y a amar. Y en todos los sentidos, no sólo en cuanto a la muerte. Que renunciamos o nos corrieron de un trabajo, ¡pues el que sigue! Que el/la novio/a nos cortó, ¡pues él/ella se la pierde! Que nos traicionaron, nos vieron la cara, nos abusaron, ¡hay que aprender la lección, perdonar y seguir adelante!, que hoy me porté terrible, ¡pues mañana corrijo y me porto mejor! El mar Muerto está muerto (literal no tiene vida animal ni vegetal) porque no fluye; todo se le queda y ahí se pudre (ew). Nosotros tenemos la inteligencia, la voluntad y la libertad para elegir ser ríos que lleven al mar (osea Dios), no charcos estancados.
We have to learn to let go, because (like the slogan of the film says) LIFE IS FOR LIVING.
pd. ¿qué tal la traducción tan exacta del título de la película, eh? (jijijijiji) Los encargados de esa tarea no dejan de sorprenderme. Aunque ni modo que le pusieran Carlos San Nube, creo que se oye peor, ¡ja!