martes, 16 de septiembre de 2014

Ser como Dios

Hace no mucho, el amigo de una amiga le decía que la Kabbalah era peor que una secta, “y el colmo es que quieren ser como Dios, he ahí el libro de Michael Berg”. OK. Invito a esa persona a leerlo, ¡porque es una maravilla! Porque si Dios es AMOR y nosotros actuáramos, pensáramos y sintiéramos como Él, el mundo sería ooootra cosa. Otro gallo nos cantaría, como dice mi mamá.

El problema, dice el autor, es que el ser humano tiene una tendencia natural al egoísmo, que es el Deseo de Recibir sólo para Sí Mismo. Y pensamos que es lo mejor, que pensar en nosotros primero, luego y al final es lo que nos hará felices. ¡Pero oh, sorpresa!, pues es exactamente lo contrario lo que nos traerá felicidad y paz auténtica: el Deseo de Recibir para Compartir con los Demás. Y como bien decía la Madre Teresa, hay que dar hasta que duela. Ser lo suficientemente hábiles para saber cuándo habla el Ego, ignorarlo e ir totalmente en sentido contrario.

Hace no mucho hubo una moda entre los católicos con la frase “What would Jesus do?”. Aún tengo pulseras, collares y anillos con las siglas “WWJD?”, que se supone nos ayudarían a pensar qué haría Jesús en todos los ámbitos de la vida, y actuar en consecuencia. A mí la verdad sí me ayudó mucho, y este libro es justo esa invitación pero llevada a la máxima expresión.

Ayer que fuimos a misa, comentábamos Gustavo y yo lo egoísta de nuestras peticiones. “Por mi mamá”, dijo un niño. “Por mi papá, para que encuentre trabajo”, dijo una niña. “Por mi perrita”, dijo un niño más grande. ¿Qué pasaría si cada uno de nosotros pidiera por TODAS las mamás del mundo? Imagínense a 7 billones de personas pidiendo unos por otros. ¿No sería más lindo pedir por todos los desempleados del mundo, por todos los perritos del mundo? Al menos Caramelo también lo agradecería mucho.

¿Por qué estamos acostumbrados a pedir tan poquito, tan limitado y tan egoístamente? ¿Por qué no ser como Dios, y acostumbrarnos a dar a manos a llenas –y por lo mismo– a recibir a manos llenas? ¡Abundancia total!

Una de las causas es el Oponente, el Ego, que nos engaña y nos pone una barrera llamada tiempo que nos impide ver las consecuencias de nuestros actos. Si no existiera ese lapso, todos actuaríamos mejor, con más conciencia y amor, porque veríamos que el pensamiento egocentrista nada bueno nos trae. La maravilla de este juego es que para ver el efecto de la causa, a veces pasan años… y la memoria nos traiciona.

En lo personal, Michael Berg es una persona a la que admiro muchísimo. Él fue el encargado de traducir el Zohar al inglés, proyecto que le tomó 10 años, ¡¡una década entera!! Y algo que me gusta mucho de él es el énfasis que hace en el 'aquí' y el 'ahora'. El trabajo espiritual, dice, requiere justamente eso: trabajo. Y es trabajar a cada instante. Ahora y ahora y ahora. Porque el Oponente no duerme, no se va de vacaciones, no descansa… Entonces nosotros tampoco podemos hacerlo.

 “Compartir transformador” es como Berg nombra a la acción de dar y dar y dar a los demás sin esperar nada a cambio, más que dar gracias y aprovechar la oportunidad de revelar más Luz al mundo. La pregunta correcta entonces, dice Michael, no es ¿estoy haciendo una acción espiritual?, sino ¿estoy haciendo una acción incómoda? Porque dar desde la comodidad del jardín de la mediocridad es bastante fácil. Es el amor llevado a su máxima expresión lo que cuesta trabajo, y por lo mismo, lo que revela más Luz, más Amor. Traducción: es el compartir todo con todos lo que nos da la completa y real satisfacción y realización en la vida, a diferencia de un par de Manolos (Blahnik) o la bolsa más nueva de Chanel (cuya emoción nos dura... ¿tres meses? Si acaso).

Otra cosa que me encantó de este libro es que más que inspirar, algo que ciertamente hace, nos da las herramientas necesarias para cumplir con esta tarea de olvidarnos de nosotros mismos para aprender a compartir con los demás. Págs. 138 y 139. Más resumido, imposible. Tiene su chiste, nadie dice que no (menos Michael), pero sirve de mucho tener "el paso a paso".

Mi conclusión es que si todos y cada uno de nosotros fuéramos más como Dios, el paraíso estaría en la Tierra y la muerte sería vencible.
Si tienen oportunidad, no dejen de leerlo.

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