sábado, 22 de octubre de 2011

La paz interior

Me acuerdo perfecto que, un día, en el Reforma (donde trabajé hasta noviembre pasado), llegué súper puntual, me senté y empecé a trabajar. En ese momento pasó una persona de alto rango (jaja) y me dijo algo así como “qué bueno que llegaste temprano porque quién sabe si mañana estés aquí”. No recuerdo sus exactas palabras, pero más, menos…  
Acto seguido me turbé, imaginé lo peor y fui con mi maestro de yoga (que aún trabaja ahí), y le dije: “¡¿con qué derecho me quita la paz?!” Siempre digo que de los tres años que trabajé ahí, dos fui inmensamente feliz, pero el tercero fue una simulación casi perfecta de como me imagino el infierno L La causa, según yo, era que las personas que ahí laboran se especializaban “en quitar (a quien se dejara) la paz”. Ese era mi reclamo más frecuente.
Entonces, ya entrados en el tema de “La Libertad Interior”, me seguí con su hermanito, que es un librito del mismo autor (que suenen los tambores para Jaaaaacques Philiiiiiippe), llamado “La Paz Interior”.  Y wow, también me encantó J
Lo que más me gustó es que hay una parte en la que dice (no textual, pero en síntesis): No es posible que SIEMPRE tengamos la paz, obviamente habrá situaciones, circunstancias, momentos en l@s que “se nos vaya”. Pero entre más rápido regresemos, mejor. ¿A dónde hay que regresar? A la certeza ­–en el corazón– de que Dios nos ama. Hay que confiar en Él y saber que aunque a veces no entendamos sus razones, PARA y por algo pasan las cosas.
Cuando la gente me pregunta si me salí del Reforma teniendo (seguro) lo de Caras (revista para la cual trabajo desde el 8 de noviembre de 2010), siempre digo que no; que tenía la propuesta, la invitación (jaja), la firme intención, pero no era una certeza: fue un acto de fe. Honestamente yo lo último que quería era que mi último día en el Reforma fuera el viernes y el lunes empezar acá porque sentía que me iba a llevar toda la … mmmm… eso, al nuevo lugar, y qué chafa. El chiste era desintoxicarme, analizar qué había hecho bien, en qué me había fallado, en fin, quería hacer un balance y me lo imaginaba haciéndolo en flor de loto frente al mar with plenty of time (una semana mínimo).
Así que me armé de valor, renuncié el viernes y el sábado estaba en Mazatlán. El jueves (la víspera de mi renuncia) obvio no dormí y mi oración fue más o menos así: “Mira Diosito, tú tus business y yo los míos: me voy a Mazatlán, confío en que se me haga lo del nuevo trabajo porque no estaría padre quedarme sin aguinaldo (jeje) y yo no creo que tú quieras que me vaya mal, entonces me voy a relajar y cualquier cosa que salga mal (no como yo espero), pues quéeee mala onda, pero tú sabes tu rollo y yo confío en ti"… … … "Plis que no me demanden por renunciar el mismo día que me voy, pero no me dejan mucha opción”.
La última semana de octubre me hablaron de Caras para decirme que no entraba esa quincena (por el puente), sino el 8. La fecha se me hizo medio rara, pero sí, entré el 8, y desde entonces puedo decir que mis niveles de felicidad se han incrementado considerablemente. No digo que vivo en miel sobre hojuelas; hay días pesados, de estrés, de hormonas, pero no se compara J
Esto lo saco “a colación” porque justo la semana pasada se me fue la paz toda una tarde… o más creo. Resulta que una fotógrafa del Reforma que me cae muy bien pidió una plaza en Caras. Ya era 95% seguro que entrara y yo estaba muy contenta. El proceso se alargó pero –por mi experiencia– no se me hizo raro. Hasta me preguntó y le dije que ni se agobiara. Siguiente escena: me entero que no va a entrar. Así, nada más. Esto no hubiera sido taaaan malo si la persona en cuestión no hubiera renunciado YA a su antiguo trabajo.
Entiéndase que a mí todas las emociones intensas –las MUY positivas y las terroríficas– se me van a la panza, así que a partir de ese momento tuve unos retortijones, que bueeeno. Obvio yo no podía ser la portadora de las malas noticias 1) porque a mí no me tocaba y 2) ¡¡porque estaba traumada!! Me sentía súper culpable. Sentía como si yo hubiera elegido dejar desempleada a alguien, ¡¡¡y lo peor era que me caía (cae, pero yo creo que ahorita me odia) muy bien!!! Digo, si de perdis me hubiera caído mal, me hacía un cocowash, pero nooooo.
Ese día mi oración fue más o menos así: “¡¡¡¡Qué jalada, Diosito!!!! Te la bañaste, neta, bueno yo. Por mi culpa ya se quedó sin aguinaldo. Eso me pasa por querer ayudar a la gente, mejor ni le hubiera dicho nada. Wait a minute! I didn’t tell her. She asked me! OK. Pero ese día que me habló para preguntarme si renunciaba: ¡¿le dije que si?! No, wait a minute (again). Le dije que yo había hecho un acto de fe. UN ACTO DE FE. Que era una decisión arriesgada, humanamente estresante, pero que confiara en Dios (en ti, pues) y que con suerte todo saldría como lo planeamos. OK. Fiuf. ¿Entonces yo no le dije que sí renunciara? No. ¿Le dije que confiara en Dios? Sí (fiuf, again). OK. Entonces ahora plis plis plis dale la sabiduría, la fortaleza para entender tus designios porque no se parecen NADA a lo que habíamos planeado”… … … “y plis plis que no me odie”.
Y más o menos de esto se trata este libro: CLARO que hay veces en las que se nos irá la paz, pero hay que tratar –por todos los medios– de recuperarla… ASAP, como dicen los gringos. Porque Dios habla en el silencio, y en un corazón turbado hay mucho ruido. Entonces hay que callarlo, con una férrea voluntad de volver a la paz, para que podamos escuchar a Dios. Y si no lo oímos, si de plano no vemos pa’ donde, hay que elegir la opción en la que haya más amor.
Esa es la clave. Entre A y B, ¿DÓNDE HAY MÁS AMOR? Estoy preocupada, triste, enojada… no oigo a Dios (porque no quiero o no puedo, a estas alturas da igual), pero de mis opciones para actuar: ¿en cuál hay más amor?, ¿en cuál busco menos mi felicidad/comodidad y más la del otro?
En el libro, Jacques explica que lo que hace el demonio para alejarnos de Dios es inquietarnos. Hasta cuando pecamos, pues OBVIO nos debe doler porque ofendimos a quien más nos ama, pero hay que darle vuelta a la página y cuanto antes mejor. No sé si les ha pasado, pero a mí seguro que sí. Hay veces que justo cuando me juro Santa Sor Bianca ¡púmbale! Me enojo o me desespero. ¿Sabían que eso es una gracia de Dios? Yo, hasta hoy, no tenía ni idea.
Pero resulta que sí. La lógica es que si yo fuera muuuy buena y muuuy santa, creería –o correría el riesgo, por lo menos– que es porque soy lo máximo, me las sé de todas, todas; estoy gruesa así que ábranme paso… En cambio, si admito que soy igual de pecadora, egoísta e impaciente que el resto del mundo (porque todos nacimos con el pecado original), entonces crezco en humildad. Y lo que deberíamos de hacer, por tanto, sería aferrarnos  más  a Dios y menos a nosotros mismos. A mí claro que me ha pasado que digo: “¿y ahora con qué cara le rezo a Dios si me acabo de agarrar a palabrazos con el del valet?”. Pues esa es una falsa humildad. Y cuando reaccionamos así lo que está de fondo es una plena y gran desconfianza en Dios. Aunque creamos lo contrario. Como dice la frase: “No importa caer mil veces, si lo que se ama es la lucha y no la caída”.
El otro día vi el programa de “Historias Engarzadas”. Juro que lo vi porque se trataba de Odín Dupeyrón, y ya ven que es mi sensei. Entonces él platicaba que hubo un tiempo que se fue a la bancarota cañón: debía todo, lo iban a embargar... por lo cual cero dormía. Y que una noche dijo: “a ver, ya estuvo bueno, hoy voy a dormir y mañana me preocupo y me ocupo”. El libro también da este tip. No quiere decir que nos valga o no nos importe la vida, el trabajo, la pareja, los amigos, ¡¡¡no!!! Quiere decir que todo lo que nos afecte lo dejemos en manos de Dios y Él se encargará. Tomarlo como una especie de “perchero de preocupaciones”… y después obviamente hacer lo que esté en nuestras manos para solucionar aquello que nos agobia, pero con tranquilidad, sin prisa, con cabeza y corazón, no con bilis. Y así cada problema se hace un proyecto, no un asunto de mortificación. ¡Qué cool, no?
La clave, siento, es tener claro –y MUY consciente– que Dios nos ama. Y si nosotros, que somos malos, hacemos cosas buenas, ¿qué no será capaz de hacer el mismísimo AMOR? Osea, no hay punto de comparación, ¿estamos de acuerdo? Como pienso a veces que me dan miedo ciertas situaciones o cuando llega la hora de tomar una decisión importante (como cortar con un novio a los 30 años): “ni modo que Dios me quiera fregar, ¿verdad? Ni modo que quien me creó me quiera ver triste, derrotada, infeliz”. I don’t think so J ¡¡Hay que confiar!! Y lo más padre de todo este asunto es que Dios no se deja NUNCA (me consta) ganar en generosidad. Literal le damos el 10% y nos regresa mil veces más. 
CDT. Hace tiempo circuló una cadena en internet llamada “Depende de quién son las manos”. No tengo tan buena memoria, pero decía algo así como: Un balón de básquet en mis manos vale 20 dólares (o bueno, lo que cueste); en manos de Michael Jordan vale 2 millones. Y como no tengo nada de buena memoria (a largo plazo, aclaro), no me acuerdo de los demás ejemplos, pero la moraleja era que había que dejar los problemas en manos de Dios. Obviamente no es fácil porque estamos educados y mentalizados para tomar acción, para hacer las cosas por nosotros mismos, pero no funciona así. O bueno, quizá funciona un rato, pero lo mejor es “dejar a Dios hacer su tarea” (esta es la frase favorita de mi papá desde hace como cinco años).
A mí eso sí que pienso que me puede funcionar J Y espero que a ustedes también para que vivamos con más paz, más felices, más alegres. Y que cada encuentro con el otro sea un encuentro de paz, como Jesús, que llegó diciendo “mi paz les dejo, mi paz les doy”. Yo creo que este librito me hizo pensar: cuando llego a la oficina, ¿llego con paz y a dar la paz? ¿o llego con estrés y a dar guerra? Cuando llego a mi casa, ¿llego con paz y a dar paz? ¿o con hambre y a quejarme/enojarme? Cuando llego a algún lugar a requerir un servicio, ¿llego con paz y a dar paz? ¿o con una jeta del terror y a desquitarme con todo mundo porque el niño que me gusta no me escribe? Mmmhhh.  
En conclusión, los consejos que da Jacques para mantener –el mayor tiempo posible– la paz o recuperarla tan pronto la vemos perdida son: confiar en Dios, nunca desanimarnos, encargarle nuestras preocupaciones y problemas, rezar sin importar cuán pecadores (o malas personas) seamos, controlar la mente para callar la voz chinga quedito (como la llama Michel Domit) y de esta manera reencontrar la tranquilidad en el corazón y entrar nuevamente en conexión con Dios, a quien sólo podemos escuchar cuando estamos en paz. Y si de plano no lo escuchamos, y nos turba no hacer su voluntad, hay que optar por la opción donde haya más amor. Así, aunque no sea la “ideal”, Dios la tomará a bien porque sabrá que la intención original del corazón era amar. Y esto nos dará alegría, tranquilidad y ¡paz!

1 comentario:

  1. Acabo de ver la obra de teatro confesiones de mujeres de 30 que obvio no me gusto pero ese comentario a detalle lo dejare en la entrada correspondiente de tu blog, te preguntaras por qué escribo aquí?? Jejeje

    Últimamente me pregunto cosas que a mis 20 ni por un segundo pensaba, quiero pensar que es la madurez.. No te rías!! Una de ellas es que ahora valoro mas los detalles y la tranquilidad, la paz interior como lo defines con tus palabras.

    En mi actual trabajo obtener la paz interior creo que es mas difícil que pasar un examen de astronauta 7 veces.

    En mis 20 era rebelde sin causa .. Ay aja! Bueno yo pensaba un lo era y estaba enojado con diosito por que sentía que ya se había manchado mucho enseñandome cosas de la vida por el camino empedrado y otras sin pavimentar. Me tomo varios años por no decir que muuuuchoos! Darme cuenta que el mensaje siempre había estado frente a mi pero no era capaz de verlo porque mi corazón no estaba calmado para escuchar, no tenía ni un pelito de humildad y siempre pedía las cosas que en ese momento pensaba que eran mas importantes para mi!, vamos que aparte de ciego, sordo jeje.
    Me siento tan contento de provocar ese estado de paz interior realizando buenas acciones desde mi corazón y lo leo en tus palabras, es inevitable no enojarse pero tener ese nivel de conciencia para darte cuenta de lo que estas sintiendo y retomar el rumbo es uno de los mejores regalos que te da la vida.

    Igual le sigo pidiendo a diosito que me haga mas inteligente para darme cuenta de las cosas y en broma le digo que ya le pague por adelantado.

    Saludos

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