viernes, 18 de enero de 2013

180 Grados

Comienzo compartiéndoles que, antes de que se estrenara esta película, comí con su director Fernando Kalife. No fue una comida privada, sino con otros periodistas (tampoco soy tan VIP, no crean, jeje) y fue realmente interesante. Primero porque nos platicó de su carrera como cineasta y después porque nos contó con lujo de detalles sobre este proyecto, el cual tristemente no se exhibió en tantas salas como me hubiera gustado (pero estuvo en las más lindas al menos).

Típico que cuando te dicen que algo va a estar hipermegaincreíble, no está. Y no porque en verdad no lo esté, sino porque nuestra expectativas se fueron al cielo… y está un poco cañón que las cosas las alcancen. Ese fue el caso de “180 Grados”.

Obviamente después de haber compartido el pan y la sal con FK, pues moría por verla, así que me di a la tarea en compañía de mi santa madre. Cuando terminó (la movie), pensé: “aisshhh, ¡me choca ilusionarme tanto!, no estuvo tan buena”, pero conforme platicábamos de regreso a casa, me di cuenta de que sí me había gustado ¡y mucho!

¿Por qué? Porque estamos muy centrados, en mi humilde opinión, en cambiar a todo el mundo, menos a nosotros. Porque nos encanta creer que somos perfectos, lo máximo, maravillosos, seres de la creación llenos de cualidades… y sí, pero perdón, ¡también tenemos un chorro de defectos! Y lo mejor que podemos hacer es detectarlos y proponernos cambiar, ¡transformarnos!, darle a nuestra vida, a nuestra actitud, a nuestra manera de ver las cosas un cambio radical, un giro de 180 grados.

Porque también pasa que nos damos cuenta que somos… x, supongamos que flojos o perezosos, y no hacemos nada al respecto. “Ay, pues sí, soy flojo y no hago ejercicio, ¿yyyyy?” Pues tampoco, digo, esa actitud no sirve de mucho.

El reto, me parece, es hacer una introspección, ver en qué andamos fallos y ponernos las pilas; trazar un plan de acción. Concientizar esos defectillos que tenemos, ver cómo los vamos a trabajar y aprovechar cada oportunidad que se nos presente para controlarlos/disminuirlos y tratar de ser mejores.

Me gustó mucho el poster de la peli, nada más que parece poema de amor –por largo– entonces no me lo aprendí, pero por ahí dice algo como “nadie sueña convertirse en ratero, corrupto o tranza”. ¡Y no! Last time I checked, todos queríamos ser o dedicarnos a algo positivo. Nada más que a veces tomamos las decisiones equivocadas y nos vamos por el camino más fácil, ancho y comodino, que no siempre (de hecho casi nunca) es el mejor, y terminamos en donde no queríamos. Pero lo más padre es que podemos cambiar. ¡Es real! ¡Sí se puede!

Si realmente queremos ser mejores, crecer y madurar, ¡podemos hacerlo! Gracias a que tenemos inteligencia, voluntad y libertad, podemos lograr lo que nos propongamos. Obvio primero lo tenemos que querer, desear con todo nuestro corazón, visualizarnos, creérnosla y ponernos en acción. En la peli, por ejemplo, el cuate protagonista es un tranza asqueroso al que “de repente” (ahorita les digo porque entre comillas) le cae el 20 y dice “no pues no está cool, esto no era lo que yo quería de mi vida”, y pum: se convierte, da un giro total a su vida, transforma sus hábitos, su estilo de vida. Poco a poco va tomando decisiones, pian-pianito diría mi mamá, y al final se cruza del camino de la corrupción al camino de la honestidad, de la verdad y, por lo tanto, del amor.

Las actuaciones no son de Oscar, tampoco me voy a cegar (eso de repetir 100 veces “yo también” cero me latió), pero hay que reconocer que, como dijo Fernando, en una hora 40 (minutos) que dura la película, no hay groserías ni ataques al sistema. ¡Ese es el cine mexicano que tenemos que apoyar, señores! El propositivo, que nos quiere dar esperanza y decirnos que si no nos gusta nuestro presente ¿quién dijo que no lo podíamos cambiar? ¿Fácil? Pues no, no es. Pero de que se puede, se puede. No hay excusas ni pretextos.

Para terminar, lo de las comillas es porque nada pasa de repente. En este caso, por ejemplo, el papá del cuate corrupto (personificado por Kalife) siembra en su hijo la semilla de la honestidad, de la competencia limpia, de la aceptación de los resultados a favor o en contra (¡¡¡AMLO, ahí te hablan!!!), de luchar por lo que se quiere. ¿Infancia es destino? I don’t know, pero me encantó que se usara la imagen del parque y de la carrera el moto. 

Creo que el deporte es el recurso por excelencia que sirve para ilustrar esto de las constantes y a veces inevitables caídas, y también de las en ocasiones costosas paradas, que reflejan –y si Dios quiere, sirven– para adquirir un aprendizaje, es decir, aprender una lección que a la próxima nos ayuda a hacer diferentes (MEJOR) las cosas.

Gracias a Carlos Herrero y su agencia Extrategia por la invitación y el DVD de la película :) Y felicidades a Fernando Kalife por este esfuerzo que seguramente fue muy del agrado del Boss.

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