miércoles, 14 de diciembre de 2011

Una vida sin límites

Hace un tiempo (como en octubre) hice un reportaje en la revista CARAS (donde trabajo) que se llamaba “21 historias (libros autobiográficos) dignas de leer”. La verdad hice “chanchullo” porque obviamente no he leído los 21; hay algunos que sinceramente no se me antojan, pero el de Nick me hacía ojitos desde hace tiempo y finalmente lo encontré en Sanborns. 
La primera vez que escuche hablar de Nick Vujicic fue en 2006, cuando trabajaba en Fundación Altius. Mayu nos daba una clase los viernes de valores, algo así, y nos platicó de su caso. Yo la verdad me hiper traumé porque se veía bastante contento a pesar de no tener ni brazos ni piernas. 
Creo que el libro lo terminé de leer –a pesar de que no me mega fascinó– porque (Nick) tiene autoridad moral sobre mí. Como que yo soy de esas personas que toma las cosas de quien vienen (la mayoría de las veces, por lo menos), entonces por supuesto que me interesaba saber la clave para ser feliz de acuerdo a la experiencia de este muchachito australiano. 
Su historia es bastante traumante al principio porque tipo los doctores nunca les advirtieron a sus papás que el niño “venía mal”, entonces claro que fue un shock súper duro, a tal grado que la mamá no lo quería ni cargar :( Pero la fe les ayudó y no sólo lo aceptaron, sino que han sido su principal apoyo. 
Lo padre es que Nick no la pinta que siempre fue wow ser especial, ni que era súper cool ser “el marciano” de la escuela (le decían eso y cosas peores). Acepta y admite que hubo una etapa en la que estaba de la patada carecer de extremidades, en la que se creía “un error de Dios” y en la que incluso pensó en suicidarse (durante la adolescencia, que es la etapa en la que más nos importa el “qué dirán”).
Después cuenta cómo –a través de la oración y de estar MUY cerquita de Dios– descubrió su vocación, que era predicar el amor de Dios en el mundo entero poniéndose él como ejemplo de que, por más mal que se vean las cosas, todo pasar por algo y para algo, y que Dios nunca se equivoca.  
El nombre del libro se debe a su misión en la vida: transmitir el mensaje de que “vivir sin límites significa saber que siempre tendrás algo para dar, algo que pueda aligerar la carga de otros”. Esto es porque cuando él sentía que era el ser humano que más sufría sobre la faz de la tierra, se encontraba a alguien peor: más triste, más pobre, más enfermo, más solo... 
Entonces se dio cuenta que cuando ayudaba, no sólo la otra persona se sentía mejor, sino él mismo también. Algo similar me pasaba a mi en las Misiones; yo sentía que yo recibía MUCHO más de lo que daba, y me conflictuaba porque yo que me quería creer la Madre Teresa, pues nada... Así no funciona. De hecho alguna vez leí que la verdadera pobreza no radica en NO TENER, sino en NO PODER DAR. ¿Qué fuerte, no? 
En honor a la verdad no es un libro que regalaría porque no me encantó la forma en la que está escrito. No soy fan de los libros de autoayuda tan “destapados”, es decir, me gusta que me ayuden, pero este en especial –en mi opinión– raya en la motivación de la que la mayoría huímos: “vamos, tú puedes, si yo fue capaz, tú también, no te des por vencido nunca”. Y sí, el mensaje y los testimonios son increíbles y muy valiosos, pero el tono es lo que no me acabó de convencer. 
Sin embargo, quien aguante (como yo) léalo porque sí vale la pena, sobre todo en cuanto a los tips que da en relación a que lo más importante en la vida es pasársela padre, aceptar los retos y afrontarlos con una buena actitud.  Y si nos sentimos víctimas de la vida o nos sobra autocomprasión (“pobre de mí”, “nadie sufre como yo”), basta con mirar alrededor para darnos cuenta de la cantidad de bendiciones que tenemos y que no vemos por andar de necios enfocándonos en lo que nos falta. 
Mi pendiente ahora es ver la película que hizo (en la que sale Eduardo Verástegui también): The Butterfly Circus. Por cierto que en el Teletón pasado estuve en el Auditorio Nacional cuando salieron los dos... les digo que Dios los hace y ellos se juntan, jeje :) Me llamó mucho la atención, me acuerdo, que Nick dio unas palabras y luego luego nos puso a rezar. Él no se anda por las ramas, tiene muy claro a quién sirve. 
Curiosamente, mi frase favorita del libro (¡trae muchas!) fue una de Marilyn Monroe: “La imperfección es belleza, la locura es genialidad, y es mejor ser absolutamente ridículo que absolutamente aburrido”. 

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